Por: Jairo Cristóbal Norato Franco.
Creación.
Fue ahí, justo ahí, cuando nada estorba, en la noche de las amapolas, última luna gigante de oscuras sombras.
Fue ahí, justo ahí, cuando perdieron su mente entre caricias acuosas luchando centauros y sirenas; mujer y hombre de asombrosa marea ennegrecida, confianza ganada al sentirse bella doncella, hermoso varón, hombría y feminidad en un solo dios.
Fue ahí… desprendido, de grandes turbaciones que un día retraía, inicio la creación del primogénito ser y el nuevo comienzo brotó.
Ofensiva.
El borracho, arruinado y enervado, observa la cantina cerrada.
El tendero, se acerca, inquieto se agacha al candado, saca sus llaves que caen justo a los pies del hipnotizado cliente que desesperado las toma iniciando una épica carrera: manos en alto, agita su trofeo de ofensiva, al minuto regresa entregando las llaves cual caballero troyano.
Roma.
Gemelos, rollizo y delgado; cambiaron tan disparejos con el pasar del tiempo ambos ciertamente jóvenes atractivos y apuestos. Fueron separados después del nacimiento, uno creció en el mundo citadino el otro en pueblo campesino: un día se encontraron, frente a frente, eran exactamente iguales con su mismas facciones alegres y prontamente se embelesaron transcurriendo las horas, nunca entendieron pero: la sangre hervía, jamás se supieron familiares.
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