Por:
Katia Sánchez Ortega
Denso sobre fluido
Todo cae, al vacío, sin
dejar huella. Se aleja, se esconde para después de un tiempo, volver con la
misma intensidad con que se fue.
Es abril, de
pensamiento, que con la mirada clavada en aquel punto ciego de la ciudad:
pierdo la fe invisible de mi infancia; trago enfisemas con sabor a nada; en
seco, con frío, con las narices en el suelo.
Y caigo... vacía, de
espaldas y con la cabeza gacha, con la memoria de personas perdidas que nunca
volví a ver.
Graso sobre magro
Un pensamiento, construido
bajo tierra, emerge a las entrañas. Se impregna, se invade, en los húmedos
circuitos interiores, con reacción físico-química muestran los dolores
gástrico-mentales donde masca la iguana sedas de colores y también su propia
cola. En tierra-lagarto, altares se presentan a favor de un despecho a kilómetros
de risa para Julio y Katalina.
Débil sobre fuerte
Olvidé, con gran
interés, la luz que me cuidaba constante cada mañana, pues añoraba lo oscuro
del pasillo. Olvidé silencio en mis oídos, pues moría mi ruido en las bocas de
los colores sombríos. Nunca encontré sus manos, menos las mías, me cubría con
los cabellos encontrados de gentes con espaldas anchas y arrugadas que cargaban
conciencias insípidas de historias repetidas; y me cubrí de diablos y dolores.
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