Por Maria Fernanda Rostro Saldaña
Se encontraba en su
habitación, observando tristemente por la ventana, como el sol se ocultaba por
el horizonte, como el cielo teñido de naranja obtenía un color azul oscuro, la
noche se hizo presente.
Él suspiro y continúo con la
lectura de su novela, sostenía cuidadosamente el libro de pastas azules entre
sus manos, después de un rato concluyo con el capítulo que estaba leyendo, su
lectura ya era avanzada pues ya iba por más de la mitad del libro.
Pero ese capítulo en
específico era especial pues había traído a su
memoria recuerdos placenteros que le traían felicidad pero al mismo
tiempo tristeza, ese capítulo había logrado tocar fibras sensibles de su ser,
pues en el capítulo había una frase en
específico que le recordaba a ella, que expresaba sus sentimientos hacia ella.
Parecía que en esa frase del
autor Oscar Wilde en la que se citaba “siempre me vas a querer, yo represento
para ti todos los pecados que nunca has tenido el coraje de cometer” estuvieran
contenidas las últimas palabras que ella
le había dicho antes de irse de su lado.
Pues si ella era su pecado,
su objeto de deseo, despertaba en él bajas pasiones, hacía que concibiera
pensamientos impuros y que deseara cometer en ella actos meramente carnales.
Sin embargo como ella bien
le había dicho, él no era más que un cobarde, una persona demasiado racional
para dejarse llevar por una pasión, una persona tan recta que era incapaz de
permitir que el deseo lo envolviera, era tan estúpido que así deseara cometer
una imprudencia, como él las llamaba no
le era posible dejarse dominar por sus emociones, pues no podía ni siquiera
concebir la idea de realizar algo que fuera social o moralmente incorrecto.
Después de releer la frase,
cerró el libro con pesadumbre, la situación en la que se encontraba era algo
asfixiante que lo sobrepasaba, odiaba encontrarse en ella pero no sabía cómo
ponerle fin.
Si tan solo se hubiera
dejado llevar un poco más, si hubiera sido mucho más espontaneo, tal vez su
relación amorosa con la hermosa joven de ojos color azul y cabello rubio
platinado no se hubiera ido a pique y ahora no estaría sufriendo por haber
perdido el amor de aquella joven.
Le parecía increíble como a
sus 22 años ya era, la persona que era, alguien demasiado centrado, alguien que
tomaba sus responsabilidades demasiado enserio, alguien que no se permitía
cometer locuras y por lo tanto se perdía de experiencias increíbles.
Tal vez esa era la principal
razón por la que ella, lo había dejado, por ser demasiado ecuánime y por no
haberse permitido ser arrastrado por ella a un cielo lleno de lujuria y pecado,
pero también de felicidad absoluta.
Debió haber satisfecho sus
deseos carnales y los de su amada, después de todo habría habido tiempo de
sobra para purgar sus pecados en el infierno.
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