Gabriela
de Jesús Acevedo Domínguez
Otro
día más, y todo sigue igual. La misma rutina una y otra vez. Levantarme a las
6.00 AM, arreglarme, comer algo y luego, salir de la casa rumbo a la escuela,
para estar allí 7 horas eternas escuchando clases monótonas y aburridas. Bueno,
al fin y al cabo, no todo es una pérdida de tiempo. Lo más divertido de asistir
a esos lugares, es cuando puedes socializar y convivir con tus amigos.
Pero,
no… Ahora recuerdo que hoy es un día especial. Si, ¡Hoy un día especial! Porque
termino la secundaria. Al fin he terminado esos años obligatorios de la
educación, ahora sí podré hacer lo que quiera: Divertirme, irme a fiestas con
mis amigos, dar el rol por el centro, conocer personas, VIAJAR...
Si,
estar en lugares en donde se pueda caminar tranquilo, vivir sin estrés de la
ciudad y sus monotonías. De respirar aire fresco y puro, de estar en el campo,
de ir a algún jardín y oler el pasto fresco, de escuchar las aves cantar, mirar
el cielo y encontrarle figuras a las nubes y contemplar las estrellas al
anochecer. Hay, aquellos tiempos. ¡Como quisiera volver!
Salgo
de la casa, y mientras llego a la parada de camión, miro al cielo. ¡Oh, esta
vez es claro y despejado! Parece que será un día bueno. Luego, observo a las
personas que están cerca de mí, ellas también esperan la ruta que las llevará a
su destino cotidiano. Algunas van de prisa, otras desganadas, y otras ilusionadas.
Llega
el camión, y como casi siempre, una manada de gente se acerca al transporte.
Voy al final de la fila. Cuando logro subir, el chofer da la bienvenida con una sonrisa, que ha
contagiado a todos los que íbamos allí.
Media
hora duró el recorrido, y sigo el camino. Voy por un lugar solitario y desértico,
en donde de un lado nada más pasan los carros a toda velocidad, y del otro hay
pura maleza. En otro tramo polvo, y más para allá suelo a desnivel.
De
pronto, me detengo rápidamente. -¿Qué te pasa Andrea?. ¿A donde vas?. Tienes 18
años, reacciona. ¿Qué va hacer de tu vida?-. Reflexiono un momento, y vuelvo a
la realidad. ¡Qué rápido pasa el tiempo!, ya han pasado 3 años desde aquél día,
y aún continúo con los sueños de aquél entonces, sólo que con un enfoque
diferente. Antes, era por diversión, ahora, por necesidad. Estas ganas de
querer viajar, son las que me impulsan a continuar con esto que parece una
locura.
A
llegado la noche, la luz de la luna ilumina este camino empedrado. Y con el
único reflejo perceptible en este desierto, sigo adelante tratando de no dar
señales de mi presencia. Si, parece que alfín lograré mi objetivo, estoy del
otro lado. Con las últimas fuerzas que me quedan, corro por un pasadizo en
búsqueda de algún refugio, pero nada. Cuando estaba a punto de meterme a unos
baños públicos que había persivido a 50 metros, toda la ilución se desbanece
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