Por: Silvino Kazim
El
tiempo, tiene los ojos de ella, ella en un hospital, con doctores diciéndole a
sus alumnos, que lo que le pasaba era de esperarse por abandonar la
quimioterapia y seguir una medicina alternativa. Sus párpados, pesan todas las
noches de la historia. Tiene los ojos cerrados. El tiempo, casi no puede
respirar, mientras batas blancas se acercan a su cama, a matar los minutos con
comentarios sin sentido. El tiempo, con la luz que le queda, la más bella, obscura, sonríe; su rostro tiene la felicidad más triste que he visto
jamás; ante su belleza palidecen amaneceres; tiene el cuerpo de una mujer completamente deseable, fértil. El día que conocí el rostro del tiempo, ella estaba muriendo.
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