Por: Katia Sánchez Ortega
Hablando
en voz baja, Caterina y Emilia se esconden en la biblioteca. Lo único casi
escuchable:
-Espero,
con ansia, escuchar lo que te responderá cuando lo sepa.
Nunca lo
supo.
Dice una
carta temblando en las manos de Emilia:
A tu levedad de ser insoportable:
Has de saber que ésta será una de
las pocas veces que te escribiré, y que lo sabrás. He intentado por medio de
métodos inútiles, recordar qué éramos, antes de volvernos tan ajenos. No sé
nada seguro de ti, no tengo una visión permanente de ti; lo único intransigente
que puedo conocerte, es que yo te soy incondicional. He hablado a través de ti,
he sabido a través de ti.
Tú eres lengua y aroma, no un
montón de silencios y turbias miradas. Transitas en una cierta ruta por mi
subconsciente: de la imagen al relato, del relato a la presencia, de la
presencia a la idea, de la idea a la duda, de la duda al pensamiento, del
pensamiento a la historia, de la historia a la realidad, de la realidad al
recuerdo y del recuerdo al olvido. De forma eterna permaneces. Convocas
impaciencia, caligrafía dormida, incertidumbre profunda, recia, tranquila.
Yo no te debo nada, me has dado
cosas sin tu consentimiento. No te las devolveré. Debería pues, darte las
gracias, por los tactos y contactos lejanos, por las palabras sordas, por las
sonrisas flacas, por los deseos vacíos, los golpes izquierdos, oídos mudos, por
tu ausencia ridículamente amorosa.
Te he querido más de lo que
debería y menos de lo que me apetece. Hasta estos tiempos, sólo desconocidos. Hasta
después de los mismos, si me lo permites y me correspondes por lo menos la
cuarta parte de lo que he llegado a sentir, humanos amigos amantes.
Te espero hasta que salga mi
vuelo. NO llegues tarde.
Atte.: Tristán
Ésta fue
la declaración que Tristán, había escrito sin destinatario. Confiando en Caterina,
la dejó en sus manos.
Tristán:
Has de saber que ésta será la
única carta que recibirás de mí. Siento que confundas mi comportamiento, como
algo más, te pido disculpas si llegaste a pensar que te correspondería. Hasta
entonces, sólo desconocidos. Nos vemos del otro lado de la ciudad.
Atte.: Emilia
Y en el
arte más humanamente ruin que se puede esperar de alguien, un hombro amigo de
una Caterina casi enfermiza, fue lo único que Tristán pudo ver todo el verano.
Emilia,
siempre esperó a que se separaban, pero por alguna extraña razón, nunca lo
hicieron, y por otra aún más extraña ella siguió en contacto con los dos.
Qué
manera más brutal de vivir, a punto de perder
su espíritu y siempre ganando más realidad.
Fueron
los años sin júbilo ni felicidad que le dieron a Emilia un poco más de paz. Un vacío
sonámbulo de un Tristán fallecido, le
proporcionó una muerte habitable.
Y una
última carta de remitente Caterina, hizo que colapsara en los rincones más
vivos de su ser:
Estimada Emilia:
Hace ya algunos años sin saber de
ti, desde la muerte de Tristán. Siento mucho haberte corrido de su funeral,
pero me afectaba tu presencia, nunca superé esa relación tan pura que ustedes
tenían, aun cuando yo estaba junto a los dos.
Estoy ya un poco muerta, ya me
han alcanzado mis errores, de la manera más cruel que se puede esperar, una
soledad casi infinita y total.
Yo no sé cómo es que pudiste
aguantar mi relación con él. Siempre lo supe, eras la más fuerte de los tres.
Espero que un día me llegues a
perdonar, pero Emilia, hice una carta intermedia con tu nombre como remitente
hacia él. Aquella carta que te enseñé escrita por Tristán, era para ti.
Atte.: Caterina
No hay comentarios:
Publicar un comentario