Claudia Antunes
Prefiero los
párpados eternos de la noche,
los ojos
verdes como hojas,
las miradas
que contagian
penetrando hasta los huesos.
Prefiero la
música turquesa del mar,penetrando hasta los huesos.
la mordedura
del silencio que recae
en el abismo necio,
en el abismo necio,
impío.
Prefiero deshacerme
en deseos,
arrancarme de
las ganas
los acomplejados pretextos,
los acomplejados pretextos,
palpitar en el
tiempo
ya muerto,
olvidado.
Prefiero la búsqueda
interminable
de la coincidencia,
de la coincidencia,
el incesante encuentro
con uno mismo,
caer en la utopía
que ceder a la cotidiana realidad
caer en la utopía
que ceder a la cotidiana realidad
que me aleja de lo verdadero.
Prefiero no ser esperanza
y vivir fuera
del ridículo margen,
pecar de
ingenuidad
que asfixiarme con la estúpida suposición,
que asfixiarme con la estúpida suposición,
prefiero ser cronopio.
Elijo el inútil
arrepentimiento
sobre la duda
que carcome,
la inconformidad
ante el común y absurdo sentido;
ante el común y absurdo sentido;
elijo la
posibilidad, a veces tan insegura
a la
seguridad, casi siempre imposible.
Me encantan las paredes
que se descarapelan en arte,
que se descarapelan en arte,
los colores de
mi tierra tan vivos,
por desgracia, como nuestros miedos
por desgracia, como nuestros miedos
inmarcesibles,
traicioneros.
Detesto ese
miedo tan mentiroso
que paraliza y engaña.
Y el
olvido arrogante,
que paraliza y engaña.
hipócrita,
ignorante,
olvido que desconoce nuestro pasado
perdido,
abandonado.
Odio las dudas
que se amontonan,
apretar los
cobardes nudos de la garganta,
las ataduras
invisibles que ahorcan.
Me aturde el
inhumano ruido que asesina
el silencio insatisfecho.
Pero lo que no puedo soportar
es el silencio amenazado que acaba por enmudecer.
Pero lo que no puedo soportar
es el silencio amenazado que acaba por enmudecer.
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