Por: Aurora Graciela Canet Álvarez.
Pacheco, José Emilio.
Las batallas en el desierto.
México: Era, 2014.
Las batallas en el desierto.
México: Era, 2014.
El
título de esta novela corta se compone de dos sustantivos que se tensan semánticamente.
Por un lado, la palabra batallas nos refiere a la destrucción de lo anterior,
el cambio que implica la construcción de una nueva realidad, el conflicto, el
enfrentamiento, la conmoción, el disturbio, lo circunstancial y el racismo
entre los países en lucha. El desierto, por otro lado, evoca separación,
lejanía, ausencia, carestía, escasez, desamparo, no abundancia, no
proliferación. Desde ahí surge el tema principal del relato: el declive
nacional representado en el declive familiar, social e individual del personaje;
ya que el título refiere a la lucha que se vivía en el momento entre el gobierno y sus afanes de modernización y
los sublevados a este sistema. Este declive se presenta a través de la vida de
un niño llamado Carlitos, sus relaciones familiares, amistades, su entorno y su
primer amor. Carlitos relata: “Los mayores se quejaban de la inflación, los
cambios, el tránsito, la inmoralidad, el ruido, la delincuencia, el exceso de
gente, la mendicidad, los extranjeros, la corrupción, el enriquecimiento casi
sin límite de unos cuantos y la miseria de casi todos.” (p.3). Esta decadencia
se va presentando en el relato en diversos fragmentos, como éste que nos cuenta:
“Fue el año de la poliomelitis: escuelas llenas de niños con aparatos ortopédicos;
de la fiebre aftosa […] ; de las inundaciones […]. Dicen que con la próxima
tormenta estallará el Canal de Desagüe y anegará la capital. Qué importa
contestaba mi hermano, si bajo el régimen de Miguel Alemán ya vivimos hundidos
en la mierda.” (p. 3). Y retomando esa tensión semántica que está en el título,
se encuentran las tensiones en el relato entre esta decadencia y la nueva vida
nacional: “Decían los periódicos: El mundo atraviesa por un momento angustioso.
El espectro de la guerra final se proyecta en el horizonte.” (p. 3). Todo esto
sucedía al mismo tiempo que la modernización, palabra, que en el relato parece
sinónimo de colonialismo cultural extranjero. Y como en toda guerra, al
mismo tiempo, la infinidad de promesas para el futuro: “Para el impensable año
dos mil se auguraba –sin especificar cómo íbamos a lograrlo- un porvenir de
plenitud y bienestar universales.” (p. 4). Todo esto bellamente introducido por
el epígrafe: “The past is a foreign country. They do things differently there.”
Donde vemos un extrañamiento, ese ser extranjero y donde se asoma ya un
elemento que será constante a través de la obra: la nostalgia del pasado. Como
sucede después de toda guerra, de todo pasado y de todo declive. Todo reforzado
por el nombre del primer capítulo en donde se describe el México de la época,
el génesis de Carlitos: “El mundo antiguo”.
Por
otro lado, es interesante la perspectiva que brinda la voz narrativa. Esta voz
es la de un narrador protagonista, es decir, que está escrito en 1ª persona.
Carlos, el adulto y Carlitos, el niño toman la historia en diferentes partes
para darle un mayor impacto. Carlitos presenta en el capítulo II, llamado “Los
desastres de la guerra” cómo era su vida en ese año, y a través de esto nos presenta
el panorama nacional, familiar y escolar. Era ahí en la escuela en donde
jugaban esas batallas en el desierto donde el adulto, el maestro
Mondragón, les habla del mañana como un sitio sin infamias; al tiempo que sabe
que les esperaban muchos males y catástrofes por delate a sus jóvenes alumnos.
De ahí Carlitos pasa a sus amistades y su familia en una critica social y
familiar que dice: “Había tenido varios amigos pero ninguno les cayó bien a mis
padres: Jorge por ser hijo de un general que combatió a los cristeros; Arturo
por venir de una pareja divorciada y estar a cargo de una tía que cobraba por
echar las cartas; Alberto porque su madre viuda trabajaba en una agencia de
viajes, y una mujer decente no debía salir de su casa.” (p. 7). Esto representa
la ideología del mexicano de la época. Mientras habla de sus amigos, presenta a
Jim, quien decía ser hijo de un hombre que trabajaba en el gobierno. Padre, que
en libro, es símbolo de la corrupción; de ahí la tercera parte de la novela
llamada: “Alí Babá y los cuarenta ladrones”. Siendo engranajes de esta
corrupción y debilitamiento instituciones como el gobierno, la familia, la
escuela, la religión y la sociedad en sus diferentes estratos como jueces
implacables de los actos de otros.
Habiendo
hablado de la voz narrativa, retomo la organización de la obra que se divide en
capítulos, episodios o escenas. Cada uno de ellos es claro y conciso, con
títulos sugerentes. Por ejemplo, el capítulo IV llamado: “Lugar de en medio”
muestra el impacto extranjero en el país, por ejemplo comenta: “Mi padre no
salía de su fábrica e jabones que se ahogaba ante la competencia y la
publicidad de las marcas extranjeras.” (p. 11). También es en este capítulo
cuando Carlitos descubre la desigualdad a su manera y dice: “Millonario frente
a Rosales, frente a Harry Atherton yo era un mendigo.” (p. 12). Siendo Rosales
mismo, a quien Carlitos llamó indio un día en que pelearon; y Harry ,hijo de
norteamericanos. Esto se supone del hecho de que hablaban en inglés. Lo mismo
sucede en el capítulo V “Por hondo que sea el mar profundo” donde esta frase, que
proviene de un bolero que Carlitos escucha, convoca la catástrofe que vendrá. El
enamoramiento será cómo esa profundidad del mar obscura y peligrosa, y así
mismo será la modernidad de acuerdo al texto. Un ejemplo del juego de la
retrospectiva y la prospectiva del relato es cuando la analepsis del recuerdo,
en el que Carlos evoca su pasado, se convierte al mismo tiempo en prolepsis cuando
Carlitos piensa en el futuro. Un ejemplo de esta retrospectiva en la que se vislumbra
el ocaso del bienestar social cuando Carlitos recuerda que vio una foto del
papá de Jim en la que está con el presidente y el resto de su equipo que dice:
“… los primeros universitarios que gobiernan el país. Técnicos, no políticos.
Personalidades morales intachables, insistía la propaganda.” (p. 13); a pesar
de todo lo que Carlitos sabe sobre el padre de Jim y comprende en forma
intuitiva la hipocresía de la sociedad. También se hace alusión al colonialismo
cultural norteamericano cuando Jim le habla de sus juguetes y del aparato en donde
su mamá hace la cena, siendo objetos que no se pueden conseguir en México, sino
en Estados Unidos. Esto sucede en una invitación a merendar de Jim. Ese día Carlitos
conoce a Mariana, madre de Jim, quien será desde ese momento el móvil de su
amor. Ella es esa representación de lo perfecto: joven, elegante y hermosa; la
imagen misma de la modernidad. Ya que Mariana no es una mamá como la de
Carlitos, lo tradicional. El texto relata: “Pan Bimbo, jamón, queso Kraft, tocino, mantequilla,
ketchup, mayonesa, mostaza. Eran todo lo contrario del pozole, la birria, las
tostadas de pata, el chicharrón en salsa verde que hacía mi madre.” (p. 14). Y
así sigue la narración yendo y viniendo entre los temas hasta llegar a la parte
XII.
Retomando la parte del
bolero mencionado en el párrafo anterior, surge el capítulo VI que lleva el
nombre mismo de la canción: Obsesión. En
este capítulo, así como en el resto, el autor muestra ese estilo informal que
hace del texto un transcurrir relajante a pesar de sus contenidos contundentes.
Sin embargo, la dicción de Carlitos no es muy lógica para su edad: “Sus casas
porfirianas, algunas ya demolidas para construir edificios horribles. […]
Jugaba en la plaza Ajusco y una parte de mi razonaba: ¿Cómo puedes haberte
enamorado de Mariana si sólo la has visto una vez y por su edad podría ser tu
madre? Es idiota y ridículo porque no hay ninguna posibilidad de que te
corresponda. Pero otra parte, la más fuerte, no escuchaba razones: sólo repetía
su nombre como si el pronunciarlo fuera a acercarla.” (p.17). Todos sus
procesos y razonamientos suenan propios de una persona mayor, pero tienen su
función en la historia. Función relacionada al género literario. Al ser ese
texto relajante que comenté, es fácil para el lector promedio, pero aún así
exige un mínimo de conocimiento de historia del país y del mundo al hacer una
serie de comentarios sobre personajes del momento y actuaciones de los
diferentes estratos del poder y de la población. Un ejemplo de esto es su
referencia en esta escena de Doña Sara P. De Madero y su luto por su marido
asesinado. Además, cabe mencionar que la audiencia a quien va dirigida es a los
jóvenes entre 12 y 13 años porque es una novela de iniciación, pero es
recomendable en cualquier etapa de la vida.
Y así, a lo largo del
texto se sigue entramando el tema: el declive nacional representado en el declive familiar, social e
individual del personaje. En el episodio VII “Hoy como nunca”, ya Carlitos ha
tenido un proceso de despertar de la conciencia, propia de este género
literario: la novela corta y que a su vez es novela de iniciación o formación;
aunque con este plus de la Ciudad de México como personaje. Ese despertar del
niño le lleva a confesarle su amor a Mariana en ese día nublado que le encanta
y no le gusta a nadie. Carlitos que se enfrenta a lo desconocido: su deseo, su
impulso sexual hacia Mariana le dirige hacia esa irracionalidad de la
confesión. En este capítulo se encuentra el clímax porque Carlitos olvida la
racionalidad y se encuentra de lleno con sus deseos e impulsos: “Mariana cruzó
las piernas. Por un segundo el kimono se
entreabrió levemente. Las rodillas, los muslos, los senos, el vientre plano, el
misterioso sexo escondido.” (p. 19). Y confiesa: “No, no puede ayudarme,
señora. ¿Por qué no, Carlitos? Porque lo que vengo a decirle -ya de una vez,
señora, y perdóneme- es que estoy enamorado de usted.” (p. 19). Esta falta de razón, también
síntoma del cambio en el mundo, en el país, que arrastra a la conciencia a la
reflexión, pero en donde los resultados no son racionales porque el proceso de
adaptación se relaciona a lo irracional ante lo desconocido. Y ahí viene el
rechazo de Mariana, que es el rechazo al hombre que se rinde ante sus impulsos,
sus instintos y es condenado: “Te
entiendo, no sabes hasta qué punto. Ahora tú tienes que comprenderme y darte
cuenta de que eres un niño como mi hijo y yo para ti soy una anciana: acabo de
cumplir veintiocho años. […]No quiero que sufras. Te esperan tantas cosas
malas, pobrecito.” (p. 19). En este
punto comienza el castigo, las consecuencias: la confusión de Carlitos, el profesor, Jim que lo
delata al decir que debía de haber ido a visitar a su mamá, el juicio de
Carlitos por ser el hermano de Héctor, Mariana que confiesa que Carlitos estuvo
en el departamento pero que niega la razón de su presencia ahí, Mondragón que
dice al padre de Carlitos lo que había hecho y el todo que vuelve a Carlitos el
sospechoso. Todos estos descubrimientos y consecuencias propios de la
novela de iniciación, Mariana como el objeto de deseo y una historia contada
con la verosimilitud de que esta historia es la mía o la tuya.
En adelante, todo va en decadencia. Declive palpable
de la vida de Carlitos y del país. En el capítulo VIII “Príncipe de este mundo”
donde la conciencia es satanás, Carlos es la perversidad y todo alrededor es
maldad, su madre le dice: “Nunca pensé que fueras un monstruo” (p. 21). y lo manda a confesarse para que
Dios perdone su pecado, y su padre afirma que lo llevara al especialista. Y
Carlitos piensa es la hipocresía de su progenitor, puesto que él tenía dos
hijas con una exsecretaria y ese pensamiento evoca el juicio del peluquero
cuando escondió el Vea para ver el misterioso sexo escondido. El hombre al darse cuenta le amenazó con
contarle a su padre. Y Carlitos se cuestiona: “¿Cuándo, me pregunté, había tenido por vez primera
conciencia del deseo?” (p. 22). y siguen
las consecuencias: no volvió a salir ni a la escuela, el padre lo confiesa y le
pregunta tanto que termina por darle detalles sobre la sexualidad que Carlitos
ni hubiera imaginado. Carlitos, seguro de algo estaba: “…no estaba arrepentido
ni me sentía culpable: querer a alguien no es pecado, el amor está bien, lo
único demoníaco es el odio.” (p. 23). De
ahí sigue el consultorio psiquiátrico que se expone en el capítulo IX “Inglés
obligatorio”, donde Carlitos es examinado y cuestionado, ahí lo etiquetan como
lo hace la sociedad y él sólo piensa: “…imbéciles, siquiera pónganse de acuerdo
antes de seguir diciendo pendejadas en un lenguaje que ni ustedes mismos
entienden. ¿Por qué tienen que pegarle etiquetas a todo?” (p. 24). Después, su
padre se ocupa de aprender inglés, situación que vuelve a marcar el colonialismo
cultural norteamericano. Su hermano celebra algo que Carlitos no había hecho y
su madre busca razones en el padre, en la escuela y en todo lo que pudiera
justificar la conducta de Carlitos. Y sigue el declive en el capítulo X “Lluvia
de fuego” evocando ese Armagedón; donde
la ciudad de México, según la madre de Carlitos, es ese lugar de las monstuosidades nunca vistas: un lugar
siniestro. La familia de Carlitos es ese mismo: la madre siempre juzgando, el
hermano que decía tener firmes convicciones, pero que al mismo tiempo atacaba a
las sirvientas y tenía una serie de acciones decadentes “…guiado por la divisa
de su pandilla: “Carne de gata, buena y barata.” […]enfermedades venéreas que
le contagiaban las putas […]; un pleito de bandas rivales en los bordes del río
de La Piedad […]; Héctor se endrogó con sus amigos en el parque Urueta e hizo
destrozos en un café de chinos…” (p. 27-28). E Isabel, hermana de Carlitos que
le explica qué era la drogadicción.
En este mismo capítulo
X se va cerrando el cuento en la parte en la que Carlos comenta sobre su
hermano en la actualidad: “Héctor, quién lo viera ahora. El industrial enjuto,
calvo, solemne y elegante […] Tan grave, tan serio, tan devoto, tan respetable […]Caballero
católico, padre de once hijos, gran señor de la extrema derecha mexicana.” (p.
27). Luego, en el episodio XI
“Espectros” presenta a Esteban, novio de Isabel y representante de ese
personaje de la escena nacional: el artista de cine. La familia se burla de los
artistas diciendo: “¿Ya viste qué cara de chofer tiene ese Pedro Infante? Sí
claro, con razón les encanta a las gatas.” (p. 29). Esteban era alcohólico y un
día el padre de Carlos y Héctor lo golpean por estar con la mano bajo la falda
de Isabel cuando el padre regresaba de sus clases de inglés. Isabel y Esteban no
se vuelven a ver, y un día él aparece: “aniquilado por el fracaso, la miseria y
el alcoholismo, Esteban se ahorcó en un ínfimo hotel de Tacubaya.” (p. 29). Dando cuenta de este tipo de eventos en la capital. Aparecen las
otras dos hermanas: Estelita y Rosa María. Esta última que acababa de recibirse
de secretaria en inglés y español y representa la nueva mujer que estudia, que
domina el inglés; causa y efecto del colonialismo cultural de Estados Unidos
sobre nuestro país. Los padres de Carlitos sustentan que la maldad en su hijo es
consecuencia de “… la inmoralidad que se respira en este país bajo el más
corrupto de los regímenes. […] Todo
está hecho para corromper al inocente.” (p. 30). Y Carlitos reflexiona: “Me juzgaban según
leyes en las que no cabían mis actos.” (p. 30). Al fin, Carlitos vuelve a la escuela: “Una vez
más fui el intruso extranjero. No había árabes ni judíos ni becarios pobres ni
batallas en el desierto -aunque sí, como siempre, inglés obligatorio.” (p. 30).
Se cierra el capítulo con estos espectros en la escena nacional y
familiar.
Todo este preámbulo de
cierre termina en el capítulo XII “Colonia Roma” en donde el país y la familia
parecen haberse rendido finalmente a la modernización. Después del gran
temblor, de la aparición del cometa, el anuncio de la guerra atómica y de una
nueva revolución mexicana, y del gran incendio de La Sirena: la destrucción y
la reconstrucción. Carlitos adaptado a su nueva vida, donde su padre ahora está
al servicio de una transnacional que absorbió su fabrica y sus hermanos en
Estados Unidos. Surge un encuentro con Rosales, que vendía chicles. Rosales intenta
huir y Carlitos le habla de cosas que no conoce en ese momento como el valor
del trabajo y desde la cosmovisión de ese chico que, a pesar de la situación
económica del país, podía gastar dinero en sus amigos. Carlitos invita a comer una
torta a Rosales y en ese encuentro, en “la escena y el momento que no iban a repetirse jamás” (p. 32). escucha de Rosales la percepción de la
situación de sus compañeros de escuela ante su confesión de amor a Mariana y le
cuenta que Jim lo odia. Pero también le habla de su propia madre, ese personaje
que presenta otra situación nacional: “Mi mamá se quedó sin trabajo porque trató de formar un sindicato en el hospital.” (p.
33). En seguida, le da la noticia de la
muerte de Mariana y que Jim vive en San Francisco con su verdadero padre. Le
cuenta que Mariana se suicida por una discusión con el Señor que se pensaba era
padre de Jim y que le dejó a su hijo una carta en inglés. Cuando Carlitos
incrédulo le dice que miente, Rosales jura estar diciendo la verdad y advierte:
“Todos lo saben aunque no salió en los periódicos” (p. 35), una realidad
nacional aún latente. Carlitos se enfrenta a la muerte y llorando sale, y viendo
la muerte en todos lados, va al edificio en busca de Mariana. Todos ahí recién
llegados, nadie sabe nada de nada. Cabe puntualizar que el edificio era propiedad
del señor, dato que aclara en cierta forma, por qué nadie sabe nada. Él en la casa de la muerte y los vecinos con
respuestas como: “Cosas que te imaginas, niño.” (p. 36). Posteriormente, la
familia parte a Nueva York y él se queda en una escuela en Virginia, sólo
recordando el bolero y termina impactando la memoria del lector: “Qué antigua,
qué remota, qué imposible esta historia. Pero existió Mariana, existió Jim,
existió cuanto me he repetido después de tanto tiempo de rehusarme a
enfrentarlo. Nunca sabré si el suicidio fue cierto. Jamás volví a ver a Rosales
ni a nadie de aquella época. Demolieron la escuela, demolieron el edificio de
Mariana, demolieron mi casa, demolieron la colonia Roma. Se acabó esa ciudad.
Terminó aquel país. No hay memoria del México de aquellos años. Y a nadie le
importa: de ese horror quién puede tener nostalgia. Todo pasó como pasan los
discos en la sinfonola. Nunca sabré si aún vive Mariana. Si hoy viviera tendría
ya ochenta años.” (p. 37). Conmoviendo
al lector con esta alusión a la añoranza de lo vivido, al olvido del país, a la
falta memoria de su pasado como nación, a la nostalgia del pasado, pero a la vez la no nostalgia del horror. Un país donde
todo pasa y todo se queda en eso: en un simplemente ya pasó, o peor, en aquí no
pasó nada de nada.
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