Por: Aurora Graciela Canet
Álvarez.
García Márquez, Gabriel.
Memorias de mis putas tristes.
Colombia: Grupo Editorial
Norma, 2004.
Gabriel García Márquez titula a la obra Memorias de mis putas tristes
para introducir al lector en un texto
donde el personaje se encuentra en la eterna búsqueda del sí mismo, donde
entabla esa batalla entre el querer ser y el deber ser. Exploración que es atrapada en el título
porque el hombre es un escritor, por lo que su deber es escribir. Sin embargo, este
oficio quiere ser dominado por un querer ser al escribir; ya que el personaje
no quiere escribir la que la vida le impone, sino las memorias de sus putas tristes.
Siendo sus memorias una forma de encontrarse a sí mismo, saber quién fue y cómo
es. Para conocerse uno mismo, se requiere conocer los deseos propios. Y es aquí
donde entra el debate de la vida el querer y el deber. Lo que se quiere ser,
quien se quiere ser y lo que se debe hacer y quién se debe ser. Ahora bien, el
titulo nos hace referencia a las putas porque son las mujeres con las que el
personaje ha tenido relaciones sexuales y a quienes ha pagado por ello, ellas
son sólo el medio para acercarse a lo que fue y a lo que pudo ser. Cuando en la
confrontación de la pasión o el impulso y el deber gana este deber, aunque no
sea totalmente, esta derrota del impulso lleva al hombre a la soledad. La
tristeza mencionada en este relato viene de la soledad en la que vive este
personaje. Las prostitutas son sólo el espejo de su deseo. Esta puesta en
abismo es como en las mil y una noches cuando se relata dentro de un relato. En
este caso es la escritura dentro de la escritura, ya que García Márquez escribe
que un periodista (como él) escribe sus memorias (cosa que estaba haciendo el
autor al mismo tiempo que escribía este texto). Entonces, el escritor dentro
del texto escribe: mise en abyme.
Ahora bien, es importante señalar, retomando esa tristeza a la que se hace
referencia en el título, que el texto nos cuenta sobre las mujeres con las que
tuvo relaciones sexuales durante su vida y a quienes pagaba, mujeres que
anotaba en una libreta con algunas notas, y a ese pago él le llamaba cuentas de
cama “Alguna vez pensé́ que aquellas cuentas de camas
serían un buen sustento para una relación de las miserias de mi vida
extraviada, y el título me cayó el cielo: Memoria de mis putas tristes.” (p. 8). En la novela, se puede entonces vislumbrar
ese mecanismo de defensa del que habla Freud: la proyección, que hace posible el transferir sentimientos, pensamientos o
deseos que una persona no ha logrado aceptar como propios. Esto se debe a que
tienen alguna carga de angustia o ansiedad, y por ello los atribuye hacia algo
o alguien externo. Es entonces como se cuenta esta tristeza ajena que
es sólo el reflejo de la suya propia proyectada en el Otro.
Por otra parte, el
narrador habla en primera persona. Es un narrador protagonista que habla en
estilo indirecto libre. Es decir, desde una perspectiva en donde no hay
soportes simbólicos externos. Esto implica que él habla a través de los otros,
o dicho de otra forma los otros no hablan: él les da voz y ellos dialogan a
través de él. Y en esos diálogos desde su voz, el personaje va tratando de
descubrirse, o más bien de aceptarse. Un ejemplo de esto es su reunión con
Casilda Armenia. “Ella suspiró. ¿Te das cuenta? En más de medio siglo es la primera vez
que no te recibo la visita en la cama. Ya somos otros, dije. […] No resistí́ más.
Ella lo sintió́, vio mis ojos húmedos de lágrimas, y sólo entonces debió́
descubrir que ya no era el que fui y le sostuve la mirada con un valor del que
nunca me creí capaz. Es que me estoy volviendo viejo, le dije. Ya lo estamos,
suspiró ella. Lo que pasa es que uno no lo siente por dentro, pero desde fuera
todo el mundo lo ve.” (p. 40).
Otro
elemento de la obra es la organización, esta novela está conformada de 5 partes
que sólo tienen número y no título. Pero que se van desarrollando con los
progresos del hombre y las diferentes etapas de ese año que se narra. En la
primera parte se establece el personaje principal, este hombre de más de 90
años, evoca el día en que cumplió esos 90 años; por lo que está narrado en
retrospectiva, aunque desde esa misma retrospectiva vislumbra el futuro. Y dice
el escritor: “El año de mis 90 años quise regalarme una noche de amor loco con
una adolescente virgen.” (p.
5). Aquí se
hace evidente un deseo en el personaje, ese deseo se vincula a la posesión o a
la colonización, la conquista de la mujer. El personaje, de forma inconsciente usa
el cuerpo de una mujer, que debe ser joven porque él quiere sentirse joven, él
se reflejará en ella y será a través de ella. Además, debe de ser virgen porque
de acuerdo al culto a la virginidad nacido en Oriente se cree que la pérdida de
virginidad es una forma latente de muerte y el hombre aún no desea morir. Una
mujer virgen es sinónimo de vida y el hecho que sea suya por primera vez le
garantizará su abnegación. Por otra parte se relaciona a la virgen, en este
libro el escritor personaje pone un cuasi altar a la joven en el cuarto que comparten
para dormir. Este hombre vive y siempre ha vivido una doble vida, pretende ser
alguien que no es y el personaje afirma: “No tengo que decirlo, porque se me distingue a leguas: soy feo, tímido
y anacrónico. Pero a fuerza de no querer serlo he venido a simular todo lo
contrario.” (p. 5). Pero
ha tomado esa decisión de ser el mismo: “Hasta el sol de hoy, en que resuelvo
contarme como soy por mi propia y libre voluntad, aunque sólo sea para alivio
de mi conciencia.” (p.
5). Ese día el hombre
decidió que sería lo que él quería y no así lo que debía. Esta decisión se
refuerza con su renuncia a su trabajo, que será discutida con su jefe, y al
final regresará a sus compromisos. El narrador da cuenta de que el deber se le
impuso desde el niño sobre el placer cuando habla de esa historia que escucho
de pequeño en donde los piojos, al morir una persona, salen despavoridos por
las almohadas para vergüenza de la familia. “Quiere decir, me digo ahora, que
de muy niño tuve mejor formado el sentido del pudor social que de la muerte.” (p. 7). Y así va
narrando su vida, capítulo tras capítulo, una vida siempre doble donde de día
es una figura respetada, refugiada en la fantasía de los libros, de lo leído y
de noche se encontraba en una vida muy distinta , pero de igual fantasía, en un
burdel. Ahora bien, en este relato él pasa de esa historia a su vida de
escritor y de hogar de día a la vida con Delgadina, su joven virgen, con quien pasa
las noches en la casa de Rosa. Rosa es esta Celestina
que funge en el relato como la mediadora. Y así pasan esas noches, cantándole,
contemplándola y de vez en cuando acariciándola o besándola. El hombre va
inventando en Delgadina (nombre inventado también) esta mujer ideal, e incluso
le otorga acciones como acompañarle en su hogar. Acciones que nunca fueron
realidad. Proyectando sus deseos y forma de ser en ella. “Recordaba cómo preparó […] un desayuno que
nunca fue, y puso la mesa mientras yo secaba los pisos y ponía orden en el
naufragio de la casa. Nunca olvidé su mirada sombría mientras desayunábamos:
¿Por qué me conociste tan viejo? Le contesté la verdad: La edad no es la que
uno tiene sino la que uno siente.” (p. 25) Y sigue el personaje inventado su
felicidad: “Cantábamos duetos de amor de Puccini, boleros de Agustín Lara, tangos
de Carlos Gardel, y comprobábamos una vez más que quienes no cantan no pueden
imaginar siquiera lo que es la felicidad de cantar. Hoy sé que no fue una
alucinación, sino un milagro más del primer amor de mi vida a los noventa
años.” (p. 26). El escritor comienza a arreglñar su casa, como una metáfora del
arreglo que intent hacer de su vida. Hasta que un día sucede un asesinato en
casa de Rosa y Delgadina y el sabio, como le llamaba Rosa, pierden contacto.
Después él la repudia porque piensa que ha sido de otro al verla vestida y
pintada como una de las mujeres de Rosa. La mujer le inventa una explicación, a
lo cual él narra: “Hice
un esfuerzo sobrenatural para creerle, pero pudo más el amor que la razón.
¡Putas!, le dije, atormentado por el fuego vivo que me abrasaba las entrañas.
¡Eso es lo que son ustedes!, grité: ¡Putas de mierda! No quiero saber nada más
de ti, ni de ninguna otra guaricha en el mundo, y menos de ella.” (p. 39). Ya que al verla de esa manera,
concientiza la verdad y termina la ilusión falsa que él había construido. Su
desesperación viene dada porque al hacer todas las cosas que él quería, como
cantar a grito abierto montado en la bicicleta que le regalaría a ella el día
de su cumpleaños o escribir cuasi cartas de amor en su columna, siempre se
justificaba en el amor por ella: “Leyendo Los idus de marzo encontré una frase siniestra que el
autor atribuye a Julio César: Es imposible no terminar siendo como los otros
creen que uno es. […] Su fatalismo aplicado al curso de mi vida en los
meses siguientes fue lo que me dio la determinación que me hacía falta no sólo
para escribir esta memoria, sino para empezarla sin pudores con el amor de
Delgadina. (p. 40). Y es entonces cuando al personaje le cae del cielo el alivio, representado
por Casilda, una vecina suya con la que también tuvo relaciones sexuales. y
tras su encuentro con Casilda reconoce, sin decirlo, que no quiere morir en
soledad. Ella ante la historia de Delgadina afirma: “-Haz lo que quieras, pero no pierdas a esa criatura -me dijo-. No hay peor
desgracia que morir solo.” (p. 41). Él regresa con Delgadina y la vida le sigue
dando bofetadas de realidad. Su madre había vendido las piedras originales de
sus joyas por falta de dinero, pero conservo las joyas con piedras falsas por
la dignidad de la familia. Encuentros con personas de su pasado, y en
ocasiones, las ganas de ya no ver a Delgadina: “[…] pensé en renunciar al placer solitario de velar el
sueño de Delgadina, no tanto por la incertidumbre de mi muerte como por el
dolor de imaginarla sin mí en el resto de su vida. Haciéndose a la ilusión que
era necesario para algo, para alguien. Y va y viene entre sus recuerdos de su
infancia y el descubrimiento de la sexualidad. En la víspera de su cumpleaños
número 91 busca a Delgadina, esa mujer llena de vida y juventud para compensar
sus carencias.
Además de esta organización que da un sentido a la obra, García Márquez utiliza un estilo informal en un relato en donde la dicción de los personajes es de acuerdo al rol que desempeñan en el relato. Por ejemplo, el personaje principal que es un intelectual, escritor, de edad avanzada dice: “No me salió la voz. Colgué. Me eché en la hamaca, tratando de serenarme con la lírica ascética de Satie, y sudé tanto que el lienzo quedó empapado. Hasta el día siguiente no tuve el valor de llamar.” (p. 41). Por otra parte Rosa habla como esa Celestina: “¿Qué te pasó con la niña? Nada, dije sin pensarlo. ¿Te parece nada que ni siquiera la despertaste?, dijo Rosa Cabarcas. Una mujer no perdona jamás que un hombre le desprecie el estreno.” (p. 19). Delgadina ni siquera habla, puesto que como él mismo dice: “Tengo muy mala química con los animales, por lo mismo que la tengo con los niños antes de que empiecen a hablar. Me parecen mudos del alma. No los odio, pero no puedo soportarlos porque no aprendí a negociar con ellos.” (p. 22). La lectura de este texto no es compleja y va dirigida a un público no tan joven por sus contenidos. Sin embargo, no es tan evidente entender la critica de fondo que el autor propone a lo largo del texto y muchos lectores tienden a quedarse en la superficialidad del relato.
Es por esa superficialidad sencilla y aparente del relato que en ocasiones los lectores perdemos de vista la infinidad de interesantes entretejidos en este relato. En mi caso me impactó el tema del conocerse a sí mismo y la lucha entre el querer y el deber. Además de este tema, algunos de los temas posibles que vienen a mi mente son: la corrupción, la doble moral de los actantes sociales, las diferencias sociales, las problemáticas de pareja, el racismo, entre otros. Un ejemplo de esto se presenta cuando el personaje habla de Rosa: “Nunca había pagado una multa, porque su patio era la arcadia de la autoridad local, desde el gobernador hasta el último camaján de alcaldía, y no era imaginable que a la dueña le faltaran poderes para delinquir a su antojo.” (p. 10). El género literario de la obra es la novela, considerada dentro del realismo mágico, ya que muchas de las situaciones presentadas no son concebibles en el marco de realidad que conocemos. Por ejemplo, no sería posible que el pasara tantas noches junto a Delgadina y nunca hubieran entablado una conversación, la menos corta. Ella siempre dormida a pesar de todo. Y menos es posible lo que le dice Rosa: “-Ay mi sabio triste, está bien que estés viejo, pero no pendejo -dijo Rosa Cabarcas muerta de risa-. Esa pobre criatura está lela de amor por ti.” (p. 47). Siendo un imposible que una chica de apenas 15 años estuviera loca de amor por un hombre que en ese punto del relato cumplía 91 años y con quien nunca trato.
Y es así como llegamos al final de la novela, que curiosamente termina con un comienzo que empieza esa mañana de 91 años, donde sin esconderse ya al salir del burdel de Rosa, el personaje recuerda: “Salí a la calle radiante y por primera vez me reconocí a mí mismo en el horizonte remoto de mi primer siglo. Mi casa, callada y en orden a las seis y cuarto, empezaba a gozar los colores de una aurora feliz. Damiana cantaba a toda voz en la cocina, y el gato redivivo enroscó la cola en mis tobillos y siguió caminando conmigo hasta mi mesa de escribir. […] Era por fin la vida real, con mi corazón a salvo, y condenado a morir de buen amor en la agonía feliz de cualquier día después de mis cien años.” (p. 46), amor no hacia Delgadina, sino hacía su vida, hacía quién él era realmente, amor a sí. Dejando un extraño sabor en el lector, un poco de felicidad porque el personaje se ha liberado, un poco de incredulidad por lo ocurrido, un poco de insatisfacción por Delgadina y toda una mezcla de sensaciones que permanecen aún por varios ideas revolviendo el alma, el cerebro y el corazón. Una vez pensada la novela más allá de la superficie, nuestra imagen de nuestro querido Gabo nunca volverá a ser la misma porque lo abrazaremos un poco más de cerca y es probable que ya no nos deje ir.
Además de esta organización que da un sentido a la obra, García Márquez utiliza un estilo informal en un relato en donde la dicción de los personajes es de acuerdo al rol que desempeñan en el relato. Por ejemplo, el personaje principal que es un intelectual, escritor, de edad avanzada dice: “No me salió la voz. Colgué. Me eché en la hamaca, tratando de serenarme con la lírica ascética de Satie, y sudé tanto que el lienzo quedó empapado. Hasta el día siguiente no tuve el valor de llamar.” (p. 41). Por otra parte Rosa habla como esa Celestina: “¿Qué te pasó con la niña? Nada, dije sin pensarlo. ¿Te parece nada que ni siquiera la despertaste?, dijo Rosa Cabarcas. Una mujer no perdona jamás que un hombre le desprecie el estreno.” (p. 19). Delgadina ni siquera habla, puesto que como él mismo dice: “Tengo muy mala química con los animales, por lo mismo que la tengo con los niños antes de que empiecen a hablar. Me parecen mudos del alma. No los odio, pero no puedo soportarlos porque no aprendí a negociar con ellos.” (p. 22). La lectura de este texto no es compleja y va dirigida a un público no tan joven por sus contenidos. Sin embargo, no es tan evidente entender la critica de fondo que el autor propone a lo largo del texto y muchos lectores tienden a quedarse en la superficialidad del relato.
Es por esa superficialidad sencilla y aparente del relato que en ocasiones los lectores perdemos de vista la infinidad de interesantes entretejidos en este relato. En mi caso me impactó el tema del conocerse a sí mismo y la lucha entre el querer y el deber. Además de este tema, algunos de los temas posibles que vienen a mi mente son: la corrupción, la doble moral de los actantes sociales, las diferencias sociales, las problemáticas de pareja, el racismo, entre otros. Un ejemplo de esto se presenta cuando el personaje habla de Rosa: “Nunca había pagado una multa, porque su patio era la arcadia de la autoridad local, desde el gobernador hasta el último camaján de alcaldía, y no era imaginable que a la dueña le faltaran poderes para delinquir a su antojo.” (p. 10). El género literario de la obra es la novela, considerada dentro del realismo mágico, ya que muchas de las situaciones presentadas no son concebibles en el marco de realidad que conocemos. Por ejemplo, no sería posible que el pasara tantas noches junto a Delgadina y nunca hubieran entablado una conversación, la menos corta. Ella siempre dormida a pesar de todo. Y menos es posible lo que le dice Rosa: “-Ay mi sabio triste, está bien que estés viejo, pero no pendejo -dijo Rosa Cabarcas muerta de risa-. Esa pobre criatura está lela de amor por ti.” (p. 47). Siendo un imposible que una chica de apenas 15 años estuviera loca de amor por un hombre que en ese punto del relato cumplía 91 años y con quien nunca trato.
Y es así como llegamos al final de la novela, que curiosamente termina con un comienzo que empieza esa mañana de 91 años, donde sin esconderse ya al salir del burdel de Rosa, el personaje recuerda: “Salí a la calle radiante y por primera vez me reconocí a mí mismo en el horizonte remoto de mi primer siglo. Mi casa, callada y en orden a las seis y cuarto, empezaba a gozar los colores de una aurora feliz. Damiana cantaba a toda voz en la cocina, y el gato redivivo enroscó la cola en mis tobillos y siguió caminando conmigo hasta mi mesa de escribir. […] Era por fin la vida real, con mi corazón a salvo, y condenado a morir de buen amor en la agonía feliz de cualquier día después de mis cien años.” (p. 46), amor no hacia Delgadina, sino hacía su vida, hacía quién él era realmente, amor a sí. Dejando un extraño sabor en el lector, un poco de felicidad porque el personaje se ha liberado, un poco de incredulidad por lo ocurrido, un poco de insatisfacción por Delgadina y toda una mezcla de sensaciones que permanecen aún por varios ideas revolviendo el alma, el cerebro y el corazón. Una vez pensada la novela más allá de la superficie, nuestra imagen de nuestro querido Gabo nunca volverá a ser la misma porque lo abrazaremos un poco más de cerca y es probable que ya no nos deje ir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario