Por: Aurora Graciela Canet Álvarez.
Cortázar, Julio.
Cuentos completos/1.
Bestiario.
“Bestiario.”
México: Alfaguara, 1996.
Julio Cortázar escoge como
título del libro de cuentos y del cuento mismo la palabra: “Bestiario”. Dentro
del relato, la bestia es un tigre. La bestia, el tigre como representante del
instinto. Conforme transcurre el cuento este instinto se va liberando en el
personaje de Isabel, que al inicio hace referencia a una jaula rota.
Probablemente esta jaula es del tigre, aunque el cuento nunca lo afirma. Este
tigre se encuentra habitando los cuartos de una casa que desde el inicio del
cuento se anuncia triste, uno cada día. Esa tristeza predominante tiene una
razón de ser, razón que se va descubriendo a lo largo del cuento. La familia
que habita este hogar: Los Funes, es una familia extensa. Es una familia que se
extiende más allá del grupo doméstico. Esto quiere decir que está excluida de
la familia conyugal, viven en una misma casa y pertenecen a varias
generaciones. Se compone de los hermanos: Luis, Nene y Rema; con ellos vive
Nino, hijo de Luis. Isabel es una niña enferma que llega de visita para
veranear, y poco a poco se vuelve parte de la familia. Es ella, precisamente
quien libera al tigre. Siendo el tigre uno de sus instintos. Este tigre, al
estilo de Freud, esta amenaza latente ronda la casa. Todos en la casa le temen
porque evitan confrontar los propios instintos. Isabel presenta poco a poco
este miedo, tanto en relación a la familia, como en relación al hormiguero que
tienen ella Nino, hormiguero que refleja a la familia misma. El cuento nos
narra: “…y a ella le encantaba pensar que las hormigas iban y venían sin miedo
a ningún tigre…” (p. 169). Otro extracto del cuento donde percibimos este miedo
es cuando leemos: “Casi siempre era el capataz que le avisaba los movimientos
del tigre; Luis le tenía la mayor confianza […] [y] no dejaba moverse a los que
venían del piso alto hasta que don Roberto mandaba su informe.” (p.172).
Una vez mencionada la importancia del título, me referiré a algunos de los instrumentos expresivos y estilísticos de este cuento, ya que como mismo Cortázar lo comentó son vitales para la creación de una obra de arte. Esto, dice el autor, junto con la motivación entrañable, la profunda vivencia que nos narra el cuento. En este cuento el narrador es un narrador omnisciente, es decir, un narrador en tercera persona, que no participa en los hechos, sino que observa desde fuera, tiene un conocimiento de todo lo que sucede, de los personajes, e incluso de los pensamientos y sentimientos de los mismos: “… Isabel, que pensó en la jaula rota y las cuentas de dividir y un poco en la rabia de la misia Lucera por tocarle el timbre a la vuelta de la escuela.” (p.165). En algunas partes del cuento hay diálogos entre los personajes:
”- Saque la mano, Rema –
pidió.
-¿La mano?
-Ahora está bien. El reflejo
asusta a las hormigas.
-Ah. Ya se puede bajar al
comedor.” (p.170).
Por último, en breves momentos
es Isabel quien narra por momentos breves, generalmente cuando está escribiendo
a su madre: “Mamita, antes de ir a comer es como en todos los otros momentos,
hay que fijarse si […] Pasó un largo rato hasta que un peón aviso que el tigre
estaba en el jardín de los tréboles.” (p.167).
Ahora bien, en relación a esos
instrumentos expresivos y estilísticos del cuento hablaré ahora de la organización
y la forma en la que está contado. En este relato no hay capítulos o partes,
aunque si se encuentran algunas partes que muestran cambios determinantes en la
historia, como cuando Isabel: “Por primera vez entendía su presencia en los
Horneros, las vacaciones, Nino.” (p. 170). Después de esta parte, se ve como el
personaje va tomando determinaciones y finalmente acciones. Por otra parte, la
historia está contada cronológicamente porque nos van narrando los hechos como
van sucediendo: “… Isabel se levantó la primera para buscar a don Roberto,
aunque don Roberto ya le había dicho antes. Dio la vuelta al porch y cuando
entró otra vez , Rema y Nino tenían las cabezas juntas sobre los caracoles…” (p.
175, 176). En breves partes del relato hay retrospectiva, por ejemplo cuando
Isabel habla del: “…recuerdo de tres años atrás, Nino mostrándole unas
figuritas puestas con engrudo en un álbum…” (p. 165). Y en contadas ocasiones hay
prospectiva cuando aún Isabel está en su casa y piensa en su viaje a Los
Horneros, casa de campo de los Funes: “Se durmió queriendo que la semana se
pasará esa misma noche, y las despedidas, y el viaje en tren, la legua en
break, el portón, los eucaliptos, del camino de entrada.” (p. 165).
Toda vez que hemos conversado
sobre el narrador, ahora me enfocaré en el estilo y la dicción. El estilo del
autor es informal, ya que se narra una historia familiar: “El delantal de Rema
se reflejaba en el vidrio. Isabel le vio la mano levemente alzada, con el
reflejo en el vidrio parecía como si estuviera dentro del formicario…” (p. 170).
Incluso hay momentos en donde intervienen personajes con estilos muy
específicos en su habla cuando uno de los peones de la estancia le dice a Nino:
“<<Pa que vaj a juntar tó esos bichos>>” (p. 168). Este cuento, a pesar de tener
este lenguaje informal, que pareciera ser casi campirano e infantil es complejo
para el lector promedio, porque es Cortázar este autor que busca un lector
competente, un lector informado, con deseos de conocer; y es por ello, que nos
reta constantemente en sus obras. Nunca nos dará un cuento, un relato simple
porque siempre crea esos espacios de indeterminación en donde existe esa
ambigüedad que permite al lector ser parte del texto e interpretar miles de
cosas a partir de un relato normalmente corto. Sin embargo para poder hacer
estas interpretaciones, el escritor exige conocimiento de temas diversos. Por
lo que yo me atrevería a decir, que el lector de Cortázar puede ser cualquiera
que tenga avidez de saber, inquietud por comprender, curiosidad, ganas de no
tomarse la vida y sus temas tan fuertes como un juego. Es ese lector que esté
dispuesto a no ser más un lector pasivo, no vigilante y en ocasiones
indiferente; como Cortázar mismo definió a la mayoría delos lectores.
Y llegamos
al final de este cuento, en donde la lógica del clímax nos lleva a este final inesperado, pero a la vez tan esperado. Incluso deseado. Isabel, como se ha
comentado en un párrafo anterior comprende de una forma súbita su función en la
casa de Los Funes, de ahí va transformándose. Ese día, cuando ella toma
conciencia, Nene golpea a Nino con la supesta causa de que habían roto su
ventana. Siendo que en su felicidad, quien había golpeado la pelota fue Isabel.
Lo cual lleva a pensar que en realidad el movil de esa golpiza fue el gran
cariño entre Rema y Nino. Esa noche, Isabel vuelve a asemejar el formicario con
la casa de la familia Funes y a las hormigas con los integrantes de la misma. Y
el narrador nos cuenta sobre las hormigas: “Las vio ir y venir, bullentes, en
un silencio tan visible, tan palpable. Trabajan allí adentro, como si no
hubieran perdido la esperanza de salir.” (p. 172). Posteriormente el texto nos presenta a un
mamboretá, ese insecto conocido también como mantis religiosa, en donde el
texto mismo une los deseos de Isabel con el animal mismo: “-Qué maldita noche-
dijo Nene detrás de su diario. Isabel hubiera querido decapitar al mamboretá,
darle un tijeretazo y ver qué pasaba.” (p. 173). Después, cuando suben a sus
cuartos, Nene le pide a Isabel que le diga a Rema que le lleve un a jarra de
agua, a lo que Rema le pide por favor a Isabel que lo haga ella, ese por favor
se queda grabado en la mente de Isabel: “Por favor, por favor. Rema, Rema.
Cuánto la quería, y esa voz de tristeza sin fondo, sin razón posible, la voz de
la tristeza. (p. 174). Comienza el nuevo día después de esa noche, y ese día es
el día del final del relato. Final esperado, inesperado, con la desgracia de
Nene, el desconcierto de Luis, con la falta de comprensión de Nino, con la
aquiescencia o consentimiento de Rema y la felicidad de Isabel: “ …rota por su
llanto feroz contra la pollera de Rema, su alterada alegría, y Rema pasándole
la mano por el pelo, calmándola con un suave apretar de dedos y un murmullo
contra su oído, un balbucear como de gratitud, de innombrable aquiescencia.” (p
176.), dejando al lector con una sensación de la fusión entre lo erótico y lo
tanático, una fusión poco comprendida en nuestra cultura y con un impacto
tremendo en la memoria del lector, con ese terremoto interno que siempre causa
este gran escritor.
Para cerrar esta breve aportación al vasto mundo de lo
Cortazariano, les diré que entre las tantas razones que encuentro para leer a
tan estimado autor, mi propia versión de este por qué es: porque con su humor surrealista, su espíritu romántico, su filiación
existencialista, su cosmovisión de lo fantástico, su enorme intelecto y las ganas que nos contagia de desgarrar el
sentido común, Cortázar se vuelve un antídoto que nos permite destrozar la
realidad misma para reencontrarnos con nuestro ser, para sacudir el horizonte y
experienciar la maravilla de esa eterna búsqueda. Porque con él podemos jugar,
no solo a la Rayuela, sino a miles de juegos lúdicos. Porque a mi me gusta
jugar a los columpios cuando exploro los mundos posibles a través de lo no convencional, de nuevas
perspectivas y de lo extraordinario. Porque amo abrazar con complicidad
la metafísica y la patafísica y todo lo que me presenta y representa Cortázar
para correr con él como enanos hasta los
columpios, donde está sentado cómodamente un ser llamado conocimiento. Y
tenemos que aventarlo con toda la fuerza al infinito, hasta desbalancearlo y
verlo caer rendido ante la realidad más real.