Por: Alexis Guerrero Lomelí
Una tarde cálida de
abril, caminando estaba un señor ingeniero obeso y feo, que aunque a paso
lento, se deleitaba con un helado.
Pobre hombre que en
su descanso, estaba su mayor fatiga, pues sólo un domingo por semana tenia para
convivir con aquella mujer tan tirana y mezquina, que hacía de él, un pelmazo,
cerdo sin cuido.
Con paso
presuntuoso, pasa ella, mujer galante de gran esplendor, y rostro agradable.
Fieras en combate, con su mirada afilada, espada asesina de leones.
La mirada jamás se
baja, las grandes damas no son tomadas por sorpresa, qué culpa tiene ese tan
desdichado hombre, que en medio del combate, no logra escapar. Es carne entre
cocineros.
No le quedó más que
con disimulo, cubrirse con su abrigo de piel de nutria, feo y arrugado, lo hizo
pasar desapercibido muy apenas, para en un instante, escapar.
Temeroso y con
disimulo volvió su mirada, pero en su esperanza no hubo cabida al verlas
entablar largas conversaciones, más en su rostro curioso había interés.
Su paso apresurado y en tonado, sólo lo condujo a la salida, pero su sorpresa, se mostró el terror al ver que todas hablaban de las novias, domingo de tiranos, hombres que escapan despavoridos en un circo de eventos desafortunados.
Su paso apresurado y en tonado, sólo lo condujo a la salida, pero su sorpresa, se mostró el terror al ver que todas hablaban de las novias, domingo de tiranos, hombres que escapan despavoridos en un circo de eventos desafortunados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario