Por: Ivonne Fabila García
Ahora me miro en el espejo y las arrugas se dejan ver con claridad. Los blancos cabellos abundan. Han aparecido algunas manchas en la piel. La experiencia de lo vivido se refleja en la mirada. Sin embargo aún me siento joven y llena vida, a pesar de que mis pasos caen lentos y la vista se opaca. Pero eso no importa. Lo que atesoro no son los años sino las historias acumuladas, buenas y malas, porque de ellas he aprendido a ser quien soy.
Me veo veinte años atrás. Mi rostro notablemente más
joven. No sabía lo que deparaba el destino, pero traté de construirlo con
solidez. La juventud e inexperiencia ayudaron a disfrutar de
aquellos días, quizás con mayor libertad. A pesar del olvido, recuerdo algunas preocupaciones y sonrío al pensar: “Y ahora, ¿eso a quién le importa?”
Me miro en el espejo y trato de no pensar en lo que el futuro traerá.
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