Por: Citlalli González Pérez
Su abrigo de piel de nutria lo hace parecer una. No pensé nunca que pudiera interesarme alguien que se asemeja a un mamífero de piel marrón. Es extraño, la nutria más cortés que he conocido.
Más bien tiene cara de paleontólogo. Los paleontólogos
siempre llevan esa barba tan peculiar; es como un requisito. Pero no, es un
señor ingeniero que sabe más de la vida que de la termodinámica. Y lo explica
todo con ese acento sureño que delata enseguida el lugar donde nació.
Al principio siempre es divertido. Subir a la azotea y fumar
dos o tres cigarrillos. El atractivo de los primeros días es entablar largas
conversaciones. Empezar a hablar de la familia y terminar discutiendo sobre
algún dato interesante de Moliére.
¿Sólo un domingo por semana? En medio de la charla mencionó
que asiste a misa sólo un domingo por semana y yo me pregunto ¿cuántos domingos
tiene la semana? Últimamente todo lo que dice me despierta curiosidad. Me
provoca ver las cosas desde otro punto de vista. Lo malo es que esta sesión de
cuestionamiento comienza cuando me meto a la cama y cada vez es más frecuente
que concilie el sueño hasta tarde.
Siempre se queja de su roomate. “Sigue hablando de las
novias” dice. Al aparecer este tema no es de su mayor agrado. No habla de las
mujeres como habla de los detalles. Qué ironía.
Creo que finalmente lo encontré. Sabe a lo que me refiero
cuando hablo de lo molesto que son los enchinadores de pestañas. Debe tener una
amplia cultura general. Tiene un rostro agradable. Me encantan los gigantes,
café obscuro para poder reflejarme. Siempre huele tan bien y su compañía por
alguna razón me recuerda a casa. Creo que al fin lo encontré. Debe ser eso que
llaman amor o al menos algo muy parecido.
Me gusta decir que fui tomada por sorpresa. Pero digamos que
al verlo cruzando miradas con aquel tipo de abrigo de piel de venado, lo supe.
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