Es una ventana por la cual descubrimos la posibilidad de nuevos mundos narrativos. Son escrituras que experimentan con emociones figuradas desde el relato.

Taller de expresión escrita. Facilitadora: Margarita Díaz de León Ibarra

22 ene 2014

Caminos recorridos

Por: Alexis Guerrero Lomelí


Hoy escribo, para hacer soñar lo que yo soñaba, con letras a todo cuanto me lee y aún no lleno con eso; diseño espacio y creo vida fuera del texto. Hago que atormenten, como no pueden atormentar mis letras, porque así soy soñador, resultado de volar con la mente, aferrado a la “no” realidad que yo dejaba de experimentar.

Luego de 20 años y un montón de palabras, dichas, escuchadas… escritas, como cinceladas sobre la piedra inmóvil, pero eterna, tan eterna como el tiempo, como las palabras de ese soñador “la materia no se crea ni se destruye… sólo se transforma”, pero así son las palabras cuando no se van, se quedan en la piel.

Piel rígida y rasposa, que se ha acabado en el cuerpo de un caminante, viajero implacable, creador de caminos… mejor diseñador.



Titubeo

Por: Alexis Guerrero Lomelí

Antonio, atormentado e irónico.

Se cuestiona de entrar o no a la mansión.

Entra.

Tiembla de miedo.

En las sombras, una mirada lo acecha.

Antonio se detiene.

Y en ese respirar se esfuma su aliento.




21 ene 2014

Coincidencia

Por: Citlalli González Pérez

                           
Alexis mira por la ventana. Hace frío, él frota sus manos.

Entonces la mira a través de la ventana, su rostro le parece conocido.

¿Será posible? Él corre a alcanzarla.

Ella lo ve acercarse pero sube al auto que la aleja otra vez de él.


Otra vez


Por: Citlalli González Pérez


Al fin en paz, estoy en casa. 

De pronto, en medio de mi ansiada relajación, me acuerdo que estoy desempleada otra vez.


20 ene 2014

Pétalos de rosa

Por: Alexis Guerrero Lomelí


Como si no hubiera más, Julio se aferra a ella.

Lucia no aguanta más.

Respira con dificultad.

Lágrimas de los dos fluyen.

Si esa bala no le hubiera tocado a ella.

Pétalos de rosa serian su cobijo aquella noche.


Doncella


Por: Alexis Guerrero Lomelí


El mar, espejo, que en sus cálidas y suaves olas nos envuelve dentro de pasiones: esa espuma blanquece choca y nos pule; en sus playas están las huellas; su viento, ligeramente invisible, te acaricia piel dorada, hermosa doncella.



Miradas que devoran

Por: Alexis Guerrero Lomelí


Una tarde cálida de abril, caminando estaba un señor ingeniero obeso y feo, que aunque a paso lento, se deleitaba con un helado.

Pobre hombre que en su descanso, estaba su mayor fatiga, pues sólo un domingo por semana tenia para convivir con aquella mujer tan tirana y mezquina, que hacía de él, un pelmazo, cerdo sin cuido.

Con paso presuntuoso, pasa ella, mujer galante de gran esplendor, y rostro agradable. Fieras en combate, con su mirada afilada, espada asesina de leones.


La mirada jamás se baja, las grandes damas no son tomadas por sorpresa, qué culpa tiene ese tan desdichado hombre, que en medio del combate, no logra escapar. Es carne entre cocineros.

No le quedó más que con disimulo, cubrirse con su abrigo de piel de nutria, feo y arrugado, lo hizo pasar desapercibido muy apenas, para en un instante, escapar.

Temeroso y con disimulo volvió su mirada, pero en su esperanza no hubo cabida al verlas entablar largas conversaciones, más en su rostro curioso había interés.

Su paso apresurado y en tonado, sólo lo condujo a la salida, pero su sorpresa, se mostró el terror al ver que todas hablaban de las novias, domingo de tiranos, hombres que escapan despavoridos en un circo de eventos desafortunados.

El gato de ojos verdes y bigotes blancos


Por: Ivonne Fabila García



Había una vez un gato negro con las patas, la panza y los bigotes blancos. Ojos verdes y algo flaco. Se llamaba Merlín. Vivía a las orillas de la ciudad, en un callejón, donde habitaban muchos gatos, unos grandes, otros chicos, gordos, flacos, rayados, pintos y más, que en las noches buscan socializar.

Merlín tenía muchos años viviendo ahí, desde su niñez. Conocía la zona con exactitud y también sabía cómo eran las cosas ahí. Los gatos del callejón lo respetaban por su prestigio. Pero a pesar de eso quería mudarse a otro vecindario en la ciudad, uno lujoso y de re nombre. Él quería lucir como gato de alta sociedad. No era tan fácil salir del callejón. Por un lado, había gatos envidiosos que no les gustaba ver que otro gato tuviera mejores cosas que las suyas y obstaculizaban su salida. Y por otro, a los gatos de lujo no les gustaban que los gatos precarios se mezclaran con ellos.

Este gato de bigotes blancos comenzó a compartir con algunos amigos sus ideas de buscar otro lugar donde vivir, diferente del callejón. Era fácil pensar que desistiría, pues sus amigos sólo le hablaban de los problemas que podría tener al intentarlo. Así que decidió dejar de platicar de eso con cualquier otro gato y mantener sus sueños en secreto.

Un  día muy temprano en la mañana salió del callejón para ir a explorar nuevas zonas de la ciudad. A esa hora, la mayoría de los gatos ya habían regresado a dormir. Ese primer día no fue muy lejos, estaba asustado. Era la primera vez que salía.

Sus salidas comenzaron a ser frecuentes y cada día llegaba más lejos.

Ahora dormía mucho por las noches y los gatos del callejón comenzaron a preguntarse qué era lo que estaba pasando con Merlín. Sus amigos se preocupaban, pues pensaban que podía estar enfermo. Pero los gatos que controlaban el dominio, recordaron sus inquietudes en donde mencionaba el salir del territorio en busca de nuevos horizontes. Lo cual no les agrado y mandaron a dos gatos a que lo espiaran. Así, sin darse cuenta, en la siguiente salida del gato de los ojos verdes, los dos gatos asignados lo espiaron y notaron que salía del callejón. Mas no lo siguieron, sólo fueron con el chisme al jefe, quién se enfureció, pues este gato estaba poniendo un mal ejemplo a todos los demás y temió que los otros lo siguieran.

Mientras tanto, Merlín hacía ya un par de días que había encontrado el vecindario ideal donde le gustaría vivir: un lugar espacioso, con calles limpias, jardines con flores, casas grandes y bonitas. Había uno que otro perro, pero no le vio problema, pues en general eran pequeños que, con correa, sólo los sacaban a pasear sus dueños.

El vecindario no era como el callejón: donde había cajas, pequeños espacios cubiertos por diferentes materiales como telas, cartón, o incluso alguna lata en donde los gatos usualmente hacían sus casas. Este lugar era tan limpio y ordenado que no encontraba ni un rinconcito en donde habitar.

Ya conociendo mejor esta nueva zona, por fin decidió visitarlo de noche, para ver cómo eran los gatos que poblaban ahí. Quizás hasta preguntarles si ellos sabían en dónde podría encontrar un lugar en donde vivir.

Esa noche Merlín salió rumbo al nuevo vecindario, sin darse cuenta que lo seguían los dos gatos que había mandado el jefe del callejón. Sólo que estos gatos que lo seguían decidieron regresar a la mitad del camino, pues se sintieron asustados por la lejanía del lugar a donde se dirigía el gato de los ojos verdes, además ellos tampoco habían salido del callejón con anterioridad. Entre otras cosas también los asustaba el bullicio de la ciudad, los carros a alta velocidad y el ladrido de los perros grandes.  

Merlín llego lleno de ilusiones y esperanzas, al lugar en el que pensó sería su nueva morada, pero los gatos del vecindario no lo recibieron con los brazos abiertos como él esperaba, por el contrario, se unieron entre ellos armando una gran pelea, ya que no les gustaba que gatos de callejón invadieran su preciado territorio. Los maullidos se escuchaban desde lejos. Obviamente, entre tantos gatos, Merlín llevaba las de perder. Quedó tirado a una orilla de la calle, mal herido y casi sin poderse mover contempló la salida del sol. Incluso pensó que sería la última vez que lo vería.

Un poco más tarde, esa misma mañana, salió una señora de su casa a sacar la basura, cuando vio al pobre gato mal herido y sin pensarlo lo levantó y curó sus heridas. Cuido de él hasta que se recuperó.

La señora adoptó a Merlín, lo atendía y mimaba. El afecto era mutuo, aunque ella le cambio el nombre a “Suertudo”, pero a él eso no le molestaba.

Los gatos del vecindario, al ver que fue adoptado poco a poco lo han ido aceptando.
Ahora después del trágico suceso y gracias a la bondadosa señora, el gato de los ojos verdes y bigotes blancos vive feliz en un nuevo y verdadero hogar, en el vecindario que algún día había soñado.

La perla


Por: Ivonne Fabila García



La perla cayó del collar.
Botó por las escaleras hasta quedar en un rincón.
La gente la buscaba.
La perla parecía gritar para que la encontraran.
Quedo atrapada en aquel rincón.
El polvo la cubrió.
Parecía haber perdido su belleza.
Pasaron los años.
Por fin un niño la encontró.
Ahora es su canica favorita.

SolaLuna

Por: Ivonne Fabila García


La luna, mi cómplice, consejera y amiga. 
Tan sola, que únicamente por las noches platica. 
Mira desde el cielo al desventurado mundo.



Tomada por sorpresa


Por: Ivonne Fabila García

Un señor ingeniero de aspecto desenfadado. Quien vestía tenis, jeans y una camisa a cuadros. Rostro agradable, de lentes y un poco despeinado. Alto y delgado. Tez morena, cabello corto y castaño, también claro. Entró al bar, se sentó en una mesa y ordenó una cerveza. 

No podía apartar ni la vista ni el oído, así que decidí atender. Al poco tiempo de haber llegado, encontró un amigo. Parecían conocerse ya de algún tiempo; así que platicaban en confianza. El ingeniero parecía triste; lleva rato charlando y sigue hablando de las novias. Se lamenta de cómo lo han tratado; del último amor que rompió su corazón.

El tiempo pasó, la conversación cambió y yo seguía mirando y escuchando atenta su conversación. Me levanté del asiento para dirigirme al baño de mujeres. Al salir, fui tomada por sorpresa, pues el ingeniero se encontraba frente a mí. Yo soy de quien hablaba. 




Comentario a “Autorretrato” de Nicanor Parra


Por: Ivonne Fabila García

El autor del poema es un profesor viejo, cansado, desgastado y agobiado por los años de enseñanza; por el ritmo y el exceso de trabajo. Exclama: 

embrutecido por el sonsonete
de las quinientas horas semanales. 

Se lamenta, pues su juventud se ha ido. Su aspecto físico es deplorable, su vista y su voz se ven envueltas en una merma incalculable; pálido y con ropas viejas. Exclamar:

¡Para qué hemos nacido hombres
si nos dan una muerte de animales!
"Auto retrato" de Nicanor Parra 
Considerad, muchachos,
Este gabán de fraile mendicante:
Soy profesor en un liceo obscuro,
He perdido la voz haciendo clases.
(Después de todo o nada
Hago cuarenta horas semanales).
¿Qué les dice mi cara abofeteada?
¡Verdad que inspira lástima mirarme!
Y qué les sugieren estos zapatos de cura
Que envejecieron sin arte ni parte.

En materia de ojos, a tres metros
No reconozco ni a mi propia madre.
¿Qué me sucede? -¡Nada!
Me los he arruinado haciendo clases:
La mala luz, el sol,
La venenosa luna miserable.
Y todo ¡para qué!
Para ganar un pan imperdonable
Duro como la cara del burgués
Y con olor y con sabor a sangre.
¡Para qué hemos nacido como hombres
Si nos dan una muerte de animales!

Por el exceso de trabajo, a veces
Veo formas extrañas en el aire,
Oigo carreras locas,
Risas, conversaciones criminales.
Observad estas manos
Y estas mejillas blancas de cadáver,
Estos escasos pelos que me quedan.
¡Estas negras arrugas infernales!
Sin embargo yo fui tal como ustedes,
Joven, lleno de bellos ideales
Soñé fundiendo el cobre
Y limando las caras del diamante:
Aquí me tienen hoy
Detrás de este mesón inconfortable
Embrutecido por el sonsonete
De las quinientas horas semanales.

Frente al espejo: Una ventana al tiempo


Por: Ivonne Fabila García


Ahora me miro en el espejo y las arrugas se dejan ver con claridad. Los blancos cabellos abundan. Han aparecido algunas manchas en la piel. La experiencia de lo vivido se refleja en la mirada. Sin embargo aún me siento joven y llena vida, a pesar de que mis pasos caen lentos y la vista se opaca. Pero eso no importa. Lo que atesoro no son los años sino las historias acumuladas, buenas y malas, porque de ellas he aprendido a ser quien soy.


Me veo veinte años atrás. Mi rostro notablemente más joven. No sabía lo que deparaba el destino, pero traté de construirlo con solidez. La juventud e inexperiencia ayudaron a disfrutar de aquellos días, quizás con mayor libertad. A pesar del olvido, recuerdo algunas preocupaciones y sonrío al pensar: “Y ahora, ¿eso a quién le importa?”


Me miro en el espejo y trato de no pensar en lo que el futuro traerá.



Relato de un funeral


Por: Ivonne Fabila García


Noche triste, fría y sombría. Ya se esperaba el suceso, pero aún así la muerte siempre es sorpresiva. El cuerpo yace en el féretro, con rostro tranquilo, como si tan sólo durmiera. Sin embargo, alrededor todo es tristeza, llantos y sollozos. Se consuelan unos a otros, ante el funesto suceso.

A pesar de la tristeza y como una ironía el lugar es acogedor, la luz amarilla y los sillones acolchonados color marrón reflejan cierta calidez. El aroma a café y canela también forman parte de este cálido ambiente. Pero sin importar el entorno, el desconsuelo domina.

Entre las conversaciones se escuchan las típicas frases que a menudo se oyen cuando alguien muere: “tan buena que era”, “una pérdida irreparable”, “le vamos a extrañar”, “Dios la tenga en su santa gloria”. También había comentarios acerca de lo ocurrido: “fueron meses difíciles”, “¿sufrió mucho antes de morir?”, “la enfermedad fue fatal”. Una pequeña voz capta la atención de todos los presentes. Una niña, alrededor de diez años, con notable tristeza, pero dando ejemplo de fortaleza, en lugar de lamentarse, comienza a relatar las anécdotas y enseñanzas que vivó con la ahora difunta. Enseñanzas de vida que guardará hasta su propia muerte.  

20 años después de ser yo.

Por: Citlalli González Pérez 


Otro día más en que el desayuno es una taza de café. Salgo de casa directo al estudio y repaso, en el camino de paseo en coche, lo que tengo que hacer. Recoger los filmes, leer todos los libretos nuevos y alistar rodajes. Amo mi trabajo, amo mi trabajo…

Entonces llego y descubro que todo es un desastre otra vez. Mi asistente se ha puesto a dar órdenes de nuevo. Es buena asistiendo, no tomando el control.


Otro día de lidiar con los enfoques y desenfoques que conforman una nueva producción, una nueva historia. Hacer y deshacer situaciones para que nazca una obra de arte. Uno de mis días…


Piel de nutria

Por: Citlalli González Pérez


Su abrigo de piel de nutria lo hace parecer una. No pensé nunca que pudiera interesarme alguien que se asemeja a un mamífero de piel marrón. Es extraño, la nutria más cortés que he conocido.
Más bien tiene cara de paleontólogo. Los paleontólogos siempre llevan esa barba tan peculiar; es como un requisito. Pero no, es un señor ingeniero que sabe más de la vida que de la termodinámica. Y lo explica todo con ese acento sureño que delata enseguida el lugar donde nació.

Al principio siempre es divertido. Subir a la azotea y fumar dos o tres cigarrillos. El atractivo de los primeros días es entablar largas conversaciones. Empezar a hablar de la familia y terminar discutiendo sobre algún dato interesante de Moliére.

¿Sólo un domingo por semana? En medio de la charla mencionó que asiste a misa sólo un domingo por semana y yo me pregunto ¿cuántos domingos tiene la semana? Últimamente todo lo que dice me despierta curiosidad. Me provoca ver las cosas desde otro punto de vista. Lo malo es que esta sesión de cuestionamiento comienza cuando me meto a la cama y cada vez es más frecuente que concilie el sueño hasta tarde.

Siempre se queja de su roomate. “Sigue hablando de las novias” dice. Al aparecer este tema no es de su mayor agrado. No habla de las mujeres como habla de los detalles. Qué ironía.

Creo que finalmente lo encontré. Sabe a lo que me refiero cuando hablo de lo molesto que son los enchinadores de pestañas. Debe tener una amplia cultura general. Tiene un rostro agradable. Me encantan los gigantes, café obscuro para poder reflejarme. Siempre huele tan bien y su compañía por alguna razón me recuerda a casa. Creo que al fin lo encontré. Debe ser eso que llaman amor o al menos algo muy parecido.

Me gusta decir que fui tomada por sorpresa. Pero digamos que al verlo cruzando miradas con aquel tipo de abrigo de piel de venado, lo supe.


 

17 ene 2014

Tierra seca que dejó el olvido

Por: Alexis Guerrero Lomelí


Este día nublado, ya tan tenue y quebrado, gris en llanto como el viento que se lleva el resoplo de la agonía. y de pronto, ya casi oscurece y él tendido allí, a casi nada de partir con el sol en su llanto.

A gritos lo acompañan, sollozos que murmuran, ocultos y relampagueantes críticas salen de sus bocas como enormes aves de rapiña, esperando… el que ataca primero, se lleva la presa.

Mientras la tierra seca ya capta el apenas rocío que baja de ese cielo sin expresión, y nadie se pregunta por qué lloras triste pincelada de escasos colores. ¿Tal vez? el sí, en su lecho te piensa y sufre porque tú sufres.


Él, aquel de elegantizo traje negro, escucha sensato que prisionero de su celda, hermosa joya de artesanos, pobres visionarios de la muerte que los alimenta.

Tu ataúd, elegante y ostentoso captador de agonías y desmayos, llevas a este pobre hombre lejos de sus rapases y hambrientos acompañantes, que ni en suspiros, paran… dejen ya a aquel pobre hombre.
déjenlo voraces carroñeros, que en su lamento esta su desdicha.

Quien trajo el olvido, que en suspiro se va la vida, muerte fría y arrogante.