Por: Abelardo Medellín Pérez
I
Dentro
del confusionario,
vestida
de mármol de inicio,
desgarbo
hoy su vitropiso
que
ensancha su rostro arísco.
Dama
en ramas maquillada,
desviste
poco esa luna
blanca
sobre tus efélides,
dibújala
sobre el centro
de
tu eterna ilusión.
Déjame
encontrarte sola,
perdiéndome
entre el pasillo
esculpido
por tu cuerpo
en
el paisaje funesto,
funesto
de estar contigo.
Muchachita
libanesa,
no
te olvides de mí cuento.
Recuerda
siempre esas noches
cuando
en calma me paseaba
buscando
en ti un cariño.
Ni
en mi mente tus camelias,
ni
en tu aroma el mío herido.
Apestando
a compañía
ya
que sola no has estado,
mi
“no estar” lo ha permitido.
Te
frecuentaba por eso
a
la ausencia de otros hombres,
sin
mermar cortejo ajeno
Pa’
que sepas que soy noble,
y
que volveré algún día
a
tu extensión galicina.
Dentro
del confusionario
volveré
a ti plaza de armas.
II
Dentro
del confusionario
dos
amantes se alborotan.
No
se besan, no se tocan.
Se
ahorran caricias diurnas,
se
miran mirando nada.
El
no verse los protege
de
una tradición resabia.
La
puta babilonia
acecha
enojada al amor.
Amarilla
en la esquina,
purificada
en mentiras,
buscando
la culpa en el hombre.
Sobrellevando
el asecho
los
amantes se comparten.
Compartiendo
un mismo sexo,
reflejándose
soledad.
Cachitos
chicos de sufrir.
La
santa madre amarilla
no
los deja transgredirse.
Frontera
de labios finos,
mano
cerrada al cariño,
madre,
no los dejas volar.
Tampoco
tu sombra hará
el
trabajo de tus cruces,
tu
presencia ya no basta,
fantasma
del pasado eres,
fuiste,
no volverás, arde.
Arde
viendo al amante
pedir
un abrazo oculto,
recibirlo
con la boca,
devolverlo
con sus ojos.
El
amor pájaro astuto
de
tu azote se ha librado.
Dentro
del confusionario,
la
capilla de él eres tú.
III
Dentro
del confusionario,
el
tiempo se petrifica.
El
agua escurre del suelo
regando
los cielos grises.
Verdosos
y aconcretadas
nubes
abrazan al pasto,
que
basto, apenas se acuerda.
Aquí
un cura se descubre
dorado
tamaño tenue.
Reducido
y subversivo,
su
lucha ahora es olvido,
pelea
por ser recordado.
Estridente
ver soleda’,
Es
tridente, verso le da.
Germinado
de Neptuno,
la
fuente a mares aplaca
mansa,
mansa queda a chorros.
Osando
un suelo divino,
la
memoria se encañona,
Tonelaje
secular
pernoctando
expuesta al alba.
A
nada tirando eterna.
De
plumas color escama
piedra
que no hace justicia,
Dios
padre de una piel cobre,
viperina
ave caza almas,
Madre
España la suplanta.
Entonces
níveo reposo
unifica
a Libia al suelo,
presente
de otro almanaque.
Descanso
regaló oriente,
pagó
con refugio el yermo,
al
extraño en el desierto.
Dentro
del confusionario
la
efigie hidrata el recuerdo.
IV
Dentro
del confusionario
se
ilumina un oscuro ángel.
Y
es tatuado en tonos sepia
por
el crepuscular cielo,
anaranjando
pasillos,
llorando
luces ocaso,
pierde
lento su obscuro hito.
Obstruida,
en comunión
la
luz contra el viento opaco,
modela
una silueta astral,
como
quien estrella un lago
lastrando
el secreto estelar.
Ángel
fugado en silencio,
la
mullida imagen negra
expoliada
de sus brillos,
atada
ahora al oropel
de
una tristeza solar.
Una
idea arrodillada
al
límine de tus ojos,
como
accediendo a un beso,
beso
que nunca ha pasado,
casi
imaginado y frio.
Ahora
el beso y el ángel
vertiginosos
ascienden,
cantando
en enoquiano al sol,
cuya
ausencia brinda alea
al
noctívago lucero.
Los
faroles Marcharán,
y
tu luna hoy no está abierta,
prostituye
tus visiones
en
mis luces polvorientas,
al
final con tinta china
escríbeme
una noche ideal.
Dentro
del confusionario
hay
un oscuro esclarecido.
V
Dentro
del confusionario
pocas
veces he salido.
Y
al escapar sin quererlo,
vagando
en camino inerte,
alejándome
descubro
que
a mi suerte he de retornar,
escapar
es enancarse.
Pues
tu superficie es ínfima,
pero
tu espacio infinito.
Por
ello en ti me deslizo
veleidoso,
sin el tiempo
suficiente,
pero el justo.
A
sabiendas de mi dicha,
ocupando
la extensión
que
amable ofreces, me calmo…
Y
en el aire de tu andador
paseo
un albur de idilio.
Caigo
en cuenta del tugurio
que
para mí es el abrazo
arrancado
de ese manto,
tú
entiendes, esa cascada
azabache
hundida en sueños.
Y
sin haberte ocupado
me
declaro tu habitante,
pues
si muero he de regresar.
Con
mi cuerpo a ser rescoldo
o
mí alma en ti a penar álgida.
Oriundo
de tu efélide,
a
tus pieles pertenezco,
tú
mi disímbolo
a
cualquier otra odalisca.
Inconquistable
terreno
de
la calipedia fruto.
Dentro
del confusionario
mujer,
tu cuerpo es mi epónimo.
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