Por: Alexis Guerrero Lomelí
La
mujer entra al espacio oscuro con paso marcado y el maquillaje corrido.
Es Sofía una mujer tradicional, y emprendedora. Toma asiento en el sillón
rojo.
Se
enciende la luz de la lámpara de pie.
Incomoda
se mueve de un lado a otro en el sofá y dice insistente.
Perdón,
perdón (mientras se sienta). ¿Así está bien? ¿Eh? ¿Qué cómo me llamo?
Sofía. ¿Que si estoy casada? Sí, claro y la más feliz. Gracias sí, es un muy
bonito anillo. Es un diamante de estrella azul. Ajá, me lo dio en nuestra boda
(ciñe la frente). En ésa en la que me fastidió tanto su madre.
Vieja presuntuosa “estas muy flaca”, “estás muy alta”, “Pues Debra no era
tan pálida” como si la piruja esa pudiera usar mi vestido sin parecer puta.
¡Ah! Pero él a su mamá nunca le decía nada. Ese panzón nunca fue capaz de
defender a su mujer que tanto le espero en la noche. Cuando él llegaba pasadas
las doce, o que todavía le ayudaba a quitarse los pantalones. (Saca un
cigarro de la cajetilla) ¡No, Nunca! (enciende el cigarro). Perdone.
¡Ya no lo aguanto! Pero, ¿cómo pude perder mi vida a su lado? Literal. Noche
tras noche, aguantando su fatídico peso sobre mí y que ni una vez pudo ser el
romántico que una siempre sueña (divaga) o el seductor, que después de
la noche en un bar te habla al oído y te invita a quedarte más allá de sólo sus
sabanas. (Se enoja) Él solo copulaba como morsa fatigada, que al
terminársele el aire, se giraba y a dormir. ¿Perdón? ¡Sí! Yo lloraba. Claro a
la chacha se lo hacían mejor en la novela. (Piensa) Recuerdo aquella
primera... (Fuma y se interrumpe). De noche de bodas alquilamos una
cabaña muy cerca de la playa, en Orange. Sí, justo como en la serie, donde Ryan
se escapa con Marissa y conocen el amor (suspira). Sí muy bonito. Pero,
en vez de Ryan, yo tenía al panzón y en vez de amor soló unas botellas de
güisqui. Claro, yo era joven y estúpida… más estúpida que joven. (Da
una profunda bocanada al cigarro). Y eso que mi profesor me había dicho que
el círculo es la forma más agradable y que por eso los gorditos siempre caen
tan bien. Pero éste, en lo único en lo que caía era en la botella. Y al día
siguiente, los cuervos volando acaparando el chisme: “¿qué tal estuvo su luna
de miel?”, “¿lo hicieron en la playa?”. Mustias argüenderas, con si me
acordara. Porque luego de la segunda botella, ya no recuerdo nada. Para el caso
es lo mismo. Porque sus escenitas de borracho, se repitieron toda la vida. Y
claro, la pendeja allí era yo. Bien me decía mi madre: “búscatelo que aun que este
feo te quiera mucho”. Pero este ni guapo y ni me quería. Y encima de todo,
estúpido hasta para ocultar que se seguía metiendo con la tal Debra. (Baja
la mirada). El mundo se me iba a la basura y cuando me di cuenta, todo el
cuello manchado de labial y él dormido sin ninguna preocupación. El amor es
ciego. ¡Sí! Pero, éste hasta tenía aire en la cabeza. ¿Qué hace una mujer a la
que le han roto el corazón de esa manera tan mezquina? ¿Morir de amor? Quitarme
la vida, ser olvidada por ese cabrón. ¡Si! intente suicidarme (apaga triste
el cigarro). Pero, la condenada televisión con que me tiré a la bañera era
de pilas. Así que lo único que logré matar fue la novela de las 3 en la tina. Y
del método de las pastillas… nada ¡Sí! Nada… yo que iba a saber que eran las
verdes, en vez de eso me tome las amarillas que sólo me lavaron el estómago,
con esa fregada diarrea de tres días. Ni la amenaza que le metí, soló para que
él mejor se pusiera a ver el fut. ¡Ah! Pero, de cortarme las venas jamás.
Bueno… es que le tengo miedo a las navajas. ¡Sí! Ya sabe, te cortas tantito y
sientes como si te hubieran amputado el brazo. Yo por eso para la cocina nada,
el gordo es quien prepara la comida. Y no vaya a creer usted que soy una floja,
¡no señor!, en los dos meses que estuvimos juntos, jamás le faltaron las pilas
al control, ¡no! Yo siempre las probé para él. ¿Eh? ¡Si señor!, dos meses
¿Qué cómo terminé aquí, entonces? Bueno en primer lugar ni sé dónde
es aquí, pero le cuento. (Cruza la pierna) Pues mire, anoche el
ingrato volvió a llegar tarde, y aparte de todo, queriendo que yo cumpliera con
mis deberes maritales, oiga usted a ese patán. ¡Sí! Así, ebrio. Yo me negué,
por supuesto que él tiene más fuerza. Me tomo del brazo, me tiro a la cama, y
entre tanto pataleo, lo único que conseguí fue rodar fuera de la cama. El muy
ingrato, se golpeó en la cabeza aplastándome a mí. No, no me lo pude quitar.
¡Pues si! Él pesa más que yo. Y sí, lo quería. Ya ve dónde estamos ¡¿verdad
panzón?! Que no bastándote con morirte solo, también tenías que llevarme a mí.
Se apaga la lámpara y se cierra el telón.
Se apaga la lámpara y se cierra el telón.
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