Emmanuel Martínez Rangel.
Un hombre de mediana edad, paranoico, malos
hábitos, desorden de personalidad, homosexual.
Una habitación blanca con paredes visiblemente sucias. Un librero
lleno de libros en la parte posterior. En
la esquina superior izquierda hay una mesa con varias botellas de destilados,
licores, vinos, dos copas, cuatro vasos
bajos y anchos de octágonos. Un gran escritorio de roble (estilo barroco) lleno de hojas, notas y varios libros, también
sobre él hay dos lámparas. El escritorio está esquinado entre la ventana y el
librero (esquina superior derecha) viendo hacia el público. En esa esquina
detrás el escritorio hay una gran silla de madera con cojines rojos. La pared
izquierda tiene letras visibles, toda la pared está escrita por notas propias
de él (firma al final solo con: mara). En la esquina pegada a la cuarta pared
(publico) hay un pequeño buró y arriba de este un tocadiscos, se escucha música
clásica durante toda la obra (volumen adecuado). En la esquina inferior derecha hay un
reclinable que hace juego con la silla roja, hay un tapete (alfombra) donde
predomina el negro con detalles en rojo y ocre justo al centro de la habitación.
En el techo hay dos lámparas, una apuntando hacia la izquierda (pared hecha
leotardo de caligrafía). Al centro la
otra de estilo clásica. En la cuarta pared está el marco de la entrada a
la habitación. En la pared derecha una ventana con una cortina rojo quemado con
detalles en azul. Dicha ventana se mueve con el aire de la calle. Durante toda
la obra se escuchan ocasionalmente varios autos afuera. Comienza a llover
dos minutos iniciada la obra (por la ventana nunca entra luz), durante la obra
se puede escuchar cómo se incrementa la intensidad, se convierte en tormenta.
En el transcurso, las lámparas cambian su intensidad y la música se va en esos cortos lapsos hasta que se
normaliza la iluminación (variación de voltaje)
justo antes de cerrar el telón (al final) hay un gran estruendo y todo
se apaga.
(Antes de que se
levante el telón)
Estúpidos, estúpidos, estúpidos todos. Joder vida mía, joder, jódete.
Estúpidos, estúpidos, estúpidos todos. Joder vida mía, joder, jódete.
(Se sube el telón).
(El hombre sufre una crisis existencial producto de su homosexualidad. Se confronta durante toda la obra y critica en demasía su ya visible flácido y descuidado cuerpo. Tiene un ataque de
ansiedad: está tirado en el piso viendo al techo. Da un par de caladas justo
antes de ponerlo donde yacen un gran número de colillas en el cenicero.
Enciende otro alcanzándolo desde la cajetilla que tiene en el bolsillo
izquierdo).
¡Maldita sea! (grita), jódete, por qué me haces esto a mí, tonta sociedad ingrata.
(No deja de ver hacia arriba, desde el público sólo se ven sus pies).
Joder, eres una estúpida... ¡maldita mocosa!
(Se levanta. Da una última calada).
Por qué no puedo solo ser feliz con esto que soy, por
qué no puedo.
(El hombre tiene un
ataque de ansiedad, no tiene la “llamada inspiración” tan aclamada para un
artista. ha tomado desde hace dos horas,
se está fumando un nuevo cigarrillo).
¡Maldita puta! ¿Quién
te crees que eres, para llegar hasta mi puerta y decirme estupideces como éstas? ¡Qué carajo
le importa lo que yo haga en mi pieza!
(Se dirige a servir un poco de licor. Llega a la mesa y la
oprime con ambos nudillos. Ve la mesa).
¡Maldita sea!
(Grita, mientras levanta la mirada. Reniega con la cabeza mientras vierte licor en su vaso. Regresa la botella y bebe todo de un trago. Hace un gesto mientras lo traga. Vierte de nuevo sobre el vaso).
(Grita, mientras levanta la mirada. Reniega con la cabeza mientras vierte licor en su vaso. Regresa la botella y bebe todo de un trago. Hace un gesto mientras lo traga. Vierte de nuevo sobre el vaso).
¡Joder, me he quedado
seco! Cómo no puedo hacer ni un puto verso. Por qué tenía que venir la mocosa a insultarme, si a Dalí nadie le decía nada, ¿o será en realidad que no debería de
importarme? Pero, carajo sus palabras fueron tan fuertes. Cómo se atrevió, cómo
pudo decirme eso: que le importaban mis gustos, que le importaba a Marianito en
secundaria que quisiera besarme con Andrés, que de Joaquín cuando nos besamos y
al siguiente día frente a todos me tiro un puñetazo hace algunos años.
(Suelta un golpe a la
pared. Recarga el nudillo en la pared. Así se queda un rato. Parece que se va
a quebrar en llanto). .
¡Miserable! Has cargado
con todo. Me importa un pito que te hayas ido, que te hayas llevado tu cuerpo y
todo lo que alguna vez te he escrito, pero por qué te llevaste mis ideas, mis
sueños mi todo. ¡Maldito! Me daba lo mismo si no volvíamos a leer literatura
juntos, si los versos de tu piel no los volvía a ver. Pero por qué no me
dejaste ni uno, ni una maldita línea a la cual agarrarme, de la cual hacer una
historia, por qué no me dejaste algo… joder… ¡Jódete!… ¿Por qué no? ¿Qué te
costaba maldito indeseable? ¿Que te costaba regalarme una sonrisa más? ¿Por qué el jódete, pendejete? ¿Por qué no puedo escribir nada? Y luego la maldita puta
viene a decirme no sé qué majaderías... ¿Qué mierdas le he hecho yo? ¡Carajo!
(Da un pequeño trago. Camina hacia la
ventana. Jala la cortina. Al
hacerlo, se escucha con más intensidad el golpeteo del agua contra el asfalto).
Mierda, qué triste…
(Se queda viendo por un lapso no mayor a treinta segundos. Regresa la vista hacia el reclinable. Deja el vaso en la orilla del escritorio y comienza a revisar sus bolsillos. Saca de su bolsillo izquierdo su teléfono móvil, pero no tiene batería).
(Se queda viendo por un lapso no mayor a treinta segundos. Regresa la vista hacia el reclinable. Deja el vaso en la orilla del escritorio y comienza a revisar sus bolsillos. Saca de su bolsillo izquierdo su teléfono móvil, pero no tiene batería).
Maldita sea, nada
funciona hoy. Maldita noche.
(Tira violentamente su
teléfono contra la pared. Evidentemente se rompe).
¡Joder!
(Toca brutalmente su rostro).
¡Ya no puedo más! No puedo contigo, ¡maldita puta! Ni con aquella, la otra, y con ella, todas, Todos, esos que me ofenden, malditos irracionales de porquería, qué les he hecho yo, que no me he metido con nadie durante toda mi vida.
(Toca brutalmente su rostro).
¡Ya no puedo más! No puedo contigo, ¡maldita puta! Ni con aquella, la otra, y con ella, todas, Todos, esos que me ofenden, malditos irracionales de porquería, qué les he hecho yo, que no me he metido con nadie durante toda mi vida.
(Da un paso en falso
y cae sobre la alfombra).
¡Puta vida!
¡Puta vida!
(Se levanta con
dificultad, se nota el esfuerzo esta muy ebrio en este punto. La llovizna es
tormenta). Va a rellenar su vaso).
Los odio a todos. No
vale la pena seguir aquí, no vale la pena, no vale la pena.
(Grita eufóricamente)
¡No vale!
(Grita eufóricamente)
¡No vale!
(Se fuma el último cigarrillo. Está muy ebrio para
dar mas de dos caladas, lo tira al suelo. Alcanza un cuchillo sobre la mesa
con su mano izquierda, lleva su trago en
la derecha. Se dirige hacia el escritorio. Se deja caer sobre
la silla, (estruendo de un rayo cercano. A la vez se apagan las luces.
Dura un tiempo así, sin escucharse nada hasta que el sonido que produce un vaso al tocar el
piso y romperse perturba el ambiente. Regresa la luz. El hombre tiene el cuchillo encajado en el corazón.
Se cierra el telón).
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