Por: Alexis Guerrero Lomelí
Qué fúnebre es el adiós, dicen muchos. Pero, ¿qué hay después
de ese adiós tan trágico en las novelas, esa amarga despedida que celebra la
canción y que le llora la poesía? Sin embargo, en el partir es donde verdaderamente
está el llanto, el áspero trago que te lleva a irte lejos, muy lejos de tu ser
amado.
Tenía yo una prometida tan hermosa, llevábamos ya cuatro años
de estar juntos y era buen tiempo, estudiábamos lo que queríamos y nos
rolábamos algunas tareas de la casa.
Pero los sueños siempre existen, sueños que a veces no se
pueden concordar, el baile, la letra son arte… pero la vida es de cada quien.
¿Cómo le hacen dos personas para quedar unidas?, ¿un hijo?
Un día que parecía como cualquier otro, nos levantamos y
bebimos café, de esos colombianos que dicen que son los mejores…y ¡sí!
Ambos teníamos prisa, nada nos podía retrasar, dos
oportunidades únicas e inigualables como ninguna otro: un casting y una oferta
creativa para un libro. Dicen que la vida te da la oportunidad, pero la
decisión la tenemos nosotros. ¿Quién esperaría a que a los dos, locos por las
artes, y soñadores de sangre, nos fuera a tocar a tal cual, una oportunidad tan
semejante y jugosa?
Con un beso presuroso y ninguna caricia que se pudiera
cruzar, adiós. Y partimos por ese zaguán ya despintado y viejo, uno al norte y
otro al sur, como polos opuestos y a paso veloz.
La noche anterior habíamos discutido ya sobre las
posibilidades de ese evento tan grandioso que se nos presentaba. Pero, ¿qué
sucedería si a uno le fuera bien y a otro mal? Claro uno se iría con el otro y
seguiría buscando una oportunidad. Mas si en dado caso de que a ambos nos fuera
bien y ambos debiéramos partir (New York y París no están tan cerca, que
digamos) como destino. Y aunque necios qué podíamos hacer. Ninguno dejaría su
sueño, entonces, ¿el compromiso anulado estaría?
El orgullo es terrible, pero ¿quién iba a ceder?
Luego de olvidar todo,
y cada quien dar lo mejor de sí, habíamos quedado de vernos esa misma tarde,
frente a la fuente donde nos conocimos. Ella había salido temprano, pero antes
debía pasar a otro lugar... una gran sorpresa le aguardaba: génesis del amor.
Cuando el sol se desvanecía y en su último respiro daba paso
a la noche, ella recibiría una noticia: su novio, yo, había perdido la vida.
Apenas al salir de la casa ninguno de los dos se había ido
tras su oportunidad. Los dos se amaban, pero el destino implacable los
alejaría.
Caminé a una florería. Con emoción pensaba ir por ella, para
celebrar su victoria. Pero, en ese tránsito de la vida, sólo hay una coma. El
auto me golpeó con fuerza. Perdí la vida al caer. La vida me arrancaba de vivir
la que llegaría.
Melancolía mortal, ahora pasas por mi garganta tan áspera.
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