Por: Alejandra López Sánchez
Es
una tarde nublada de verano. Me encuentro sentada junto a la enorme ventana de
la habitación donde he pasado los mejores momentos de mi vida. El temor a que
él no vuelva se apodera de mí cada tarde. Ansiosamente miro a las personas que
cruzan la calle rumbo al edificio donde me encuentro.
En
mi mente recuerdo cómo es Arturo, un hombre atractivo, de edad madura, alto y con
un cuerpo fornido. Le gusta usar ropa formal que le permite mostrar su
musculatura. Es una persona dependiente, se enamora fácilmente, es celoso,
inestable y de humor variante. Usa sus encuentros amorosos para cubrir las
necesidades emocionales que no logra satisfacer.
Nuestro
amor es prohibido, los dos lo sabemos.
Me fascina el toque de locura y adrenalina que le da a mi existir.
En este momento sólo quiero disfrutar lo que estoy viviendo. Por un lado, tengo emociones hermosas como la alegría y el amor que me invaden cada vez que siento sus labios sobre los míos, y sus dedos entrelazados apasionadamente a mi cabello.
Vivo momentos de gran angustia al pensar que algún día se aleje de mí y encuentre otra mujer con quien compartir fugaces encuentros.
Me fascina el toque de locura y adrenalina que le da a mi existir.
En este momento sólo quiero disfrutar lo que estoy viviendo. Por un lado, tengo emociones hermosas como la alegría y el amor que me invaden cada vez que siento sus labios sobre los míos, y sus dedos entrelazados apasionadamente a mi cabello.
Vivo momentos de gran angustia al pensar que algún día se aleje de mí y encuentre otra mujer con quien compartir fugaces encuentros.
Está anocheciendo. Ha pasado más tiempo del que transcurre normalmente cuando lo
espero por las tardes. Me levanto y camino hacia el balcón. Salgo a tomar un
poco de aire fresco. Escucho su voz a lo lejos y mi corazón da un vuelco de
felicidad. Volteó rápidamente para saludarlo con un lejano beso de bienvenida.
Mis ojos quedan atónitos al observar que conversa coquetamente con otra mujer,
al parecer más joven que yo. La toma dulcemente de la mano, la besa y se encaminan a lo largo de la calle.
Una
parte de mí se rompió en pedazos y la otra sabía que esto pasaría tarde o
temprano. ¿Deseo suplicarle que regrese a mis acalorados brazos? ¿O simplemente
esperar a que el tiempo desvanezca su doloroso recuerdo?
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