EL ACUERDO Por: Karla Patricia Zapata Sánchez
Hoy desperté pensando en
cómo llegamos hasta aquí. Cerré los
ojos eh intente recordar el primer día que te vi, no fue difícil pero tampoco
fácil, porque aunque recuerdo vagamente como nuestros ojos se pausaron por un
instante, si, solo un instante. Rápidamente, como si algo se hubiera activado
en ese momento y el director de escena hubiera anunciado la primera llamada, planeado
exactamente de este modo, existe ese confuso recuerdo en algún baúl escombrado en
la bodega de mi mente, quizás no pueda describirte el día como tal, la
escenografía, la hora, el vestuario, ni
tampoco la heterocromia de tus ojos, pero presiento que esa escena la repetimos
un par de veces.
No acordamos amarnos sin
conocernos, estas ocasiones en segundos, horas, días, años, lugares, fueron
planeadas, no hay casualidad ni destino en este escenario. Pero alto, se en que
momento estás pensando, pero si te dijera que no, que no fue aquella vez que
recuerdas como la primera, si hubo algo antes, antes de que por fin pudiéramos
saber nuestro nombres para después olvidarlos. No fue poner en pausa esta
historia, tal vez solamente fue la primera llamada. Nuestras almas de esa
manera lo acordaron ¿Por qué? Porque así lo decidimos, aun no estábamos listos,
faltaba una última lección, que aprenderíamos en un pequeño lapso de tiempo,
ese capítulo que no escribimos juntos, pero al menos con esto dimos el primer pasó.
Ahora sabias donde
encontrarme, que me llevaría a ti, que nos podrirá en la misma sala rodeados de
extras que solo fueron contratados para rellenar la escena y aunque las ondas
de nuestras voces no chocaron esa vez, de nuevo eso que en aquella ocasión
reacciono, sucedió. Pero Oh sorpresa nunca estipulamos comenzar aun, solo nos
estábamos recordando que el día estaba por llegar, esa pequeño aviso de fecha que
bien podríamos llamar segunda llamada.
Fue bueno planearlo así,
ahora los encuentros casuales, las sonrisas discretas, las miradas cruzadas se
volvieron cada vez más constantes, encontrarnos en un pasillo se volvió cosa de
casi todos los días, y entonces cada quien ideo su plan, un irónico plan dentro
de otro plan.
Las casualidades se volvieron
intenciones, ejecutamos las sonrisas sin cautela ni moderación, y fue cada vez
más difícil ocultar lo que nuestras miradas decían. Hasta que quedando 224 días
para finalizar el año, un inesperado pero planeado beso anuncio por fin la
tercera llamada, se apagaron las luces se levantó el telón.
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