Nadie sabe de donde surgió, no sé si es real o si existió algo antes. Mi
alma fragmentada en diminutos pedazo, dándole paso a la nada, esa nada tan
oscura
febril
incipida.
Dolorosa.
Nos condena al tártaro,
repitiendo una y otra vez "Abreg ad hãbra".
Persefone se
mi vida, obligada amarcharse
a
olvidarme.
Ahora solo queda ver el álamo, cuyo
follaje se estremece con la vrisa más sutil. Llorando perlas de ámbar,
lamentando
tu partida.
Pero... No he de despertar a este leviatán,
seria feroz. Aguardare a Thanatos y que me una en el sueño, feros
despiadado,
en el cual estemos los dos.
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