¡Qué bella muerte
existe en tus labios!
Húmeda cicuta de dios
hirviendo entre las grietas
que nacen de tu boca.
Polen líquido que atrae
y atrapa y mata con la
frialdad
de un corazón palpitante
en la agonía de desearte.
Las bocas suicidas
buscan la primavera
en tu inmarcesible carne.
Se marchita,
las bocas se marchitan
en el acto de encontrarte,
de impregnase, de injertarse.
Los sentidos se duermen
en las líneas rasgadas
de tus ojos
y sin tu antídoto
fenecen.
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