Es una ventana por la cual descubrimos la posibilidad de nuevos mundos narrativos. Son escrituras que experimentan con emociones figuradas desde el relato.

Taller de expresión escrita. Facilitadora: Margarita Díaz de León Ibarra

4 jun 2015

La risa duele

La risa duele
                   por Eric Isaac Galván Lara

La risa duele, créeme, la risa duele mucho. Aún recuerdo cuando a los seis años de edad la mayoría de lo que acontecía en mi vida eran risas y juegos, sin preocupaciones más allá de si ya termine la tarea para salir a jugar, de si ya llego la hora de mi programa favorito. Todo es tan fácil cuando se es niño.

Por ello digo, la risa duele. No en el momento. Duele con el tiempo, con los días como hoy en que me siento frente al ordenador y comienzo a recordar. Y es que díganme, ¿Cuántos de nosotros no nos paramos un momento en nuestras vidas a pensar sobre lo felices que éramos cuando pequeños? ¡Y ni siquiera lo sabíamos! Ya sea porque tuvimos un mal día en el trabajo, porque nuestra vida en el amor apesta o, simplemente, porque nos aburre nuestra vida de hoy.

La niñez nos marca a todos. Somos lo que sea  que somos hoy por nuestra niñez.

Recuerdo, por ejemplo, la primera vez que visite la ciudad de México. Tendría seis años y era la primera vez que visitaba esa gran urbe. No es necesario ni decir lo fascinado que estaba; para un niño siempre es increíble conocer. Pero nada me fascinó tanto como la música que escuchaba por las calles, una tan distinta de la otra.

Pero de entre todas ellas la que llamo mi atención fue una balada, con una voz grave pero reconfortante. Era “el Rey” Elvis Presley, lo reconocí gracias a que mi padre me había mostrado vinilos de él, pero esa canción me era completamente nueva “Wise men say only fools rush in, but I can’t help falling in love with you…”.

Era simplemente increíble, una simple frase que quedo marcada en mi mente. Sin duda “el rey” lo había hecho bien si aquel niño que poco sabía del amor se había conmovido de esa manera.

Incluso pensar en esa escena ahora, me hace sonreír. Y sonreír duele. Duele, no por lo que representa, sino por lo que deja fuera. Y es que si vemos atrás, cada vez que pensamos en los momentos durante los que hemos reído es inevitable preguntarnos, también, si algo así se repetirá de nuevo.

Pero no hay que perder de vista que la risa (la felicidad en si misma) sucede bajo ciertas circunstancias. Los científicos lo explican con un simple proceso químico. Nada más.

Solo un proceso basado en la liberación de un enzima llamada serotonina, cuyos niveles en nuestro sistema regulan nuestro estado de ánimo. “Sentirse bien” es el resultado de que la serotonina haga bien su trabajo.

Incluso recomiendan alimentos como el plátano y las almendras para aumentar los niveles de serotonina en nuestro cuerpo.

Como si las cosas fueran tan fáciles.

Incluso un psicólogo de Princeton, Barry Jacobs, se opone a esta idea (“la producción de serotonina está directamente relacionada a los procesos mentales de la persona”).

Uno no puede pasarse la vida riendo, pero tampoco llorando. Y para mí, la música y especialmente el blues ha sido mi regulador.

El blues nació para ser lamento, por ello no todas las cosas se pueden cantar en un blues. Es el lamento de la vida. Un grito de dolor surgido en el Mississippi. Y como  grito de dolor llego a mí.

Recuerdo que mi tío Fabián fue el que me acerco al blues. Él era un hombre entrando a sus treintas, divorciado, con una niña de tres años de edad y hasta el cuello de deudas. Ante estas circunstancias, cualquiera podría esperar a alguien decepcionado de la vida. Pero no de él.

Era común verlo sonriendo, no te contestaba de mala manera y era muy amable Aunque con ver sus ojeras te podías dar cuenta de que tan mal lo pasaba. Y adivinen que escuchaba. Si, escuchaba blues.

B.B. King decía que la “música es vida: lo pasado, lo que hacemos y lo que seremos”.  Y con mi tío Fabián me quedaba claro. Su afición por el blues era un canto a su vida. Siempre penando pero buscando un futuro mejor. Salir de su cuenca de Mississippi.

Mi tío se convirtió en mi héroe y el blues en mi voz. Y esa misma voz del blues es la que me hace hablar hoy y escribir una y otra vez:



“La risa duele. Duele no por reír, sino por lo que queda al terminar. Pero duele más el no penar y no conocer el trago áspero y reconfortante que deja un blues al sonar”.

Desgracia del puñal

Emmanuel Martínez Rangel.


Un hombre de mediana edad, paranoico, malos hábitos, desorden de personalidad, homosexual.
Una habitación blanca con paredes visiblemente sucias. Un librero lleno de libros en la parte posterior.  En la esquina superior izquierda hay una mesa con varias botellas de destilados, licores, vinos,  dos copas, cuatro vasos bajos y anchos de octágonos. Un gran escritorio de roble (estilo barroco)  lleno de hojas, notas y varios libros, también sobre él hay dos lámparas. El escritorio está esquinado entre la ventana y el librero (esquina superior derecha) viendo hacia el público. En esa esquina detrás el escritorio hay una gran silla de madera con cojines rojos. La pared izquierda tiene letras visibles, toda la pared está escrita por notas propias de él (firma al final solo con: mara). En la esquina pegada a la cuarta pared (publico) hay un pequeño buró y arriba de este un tocadiscos, se escucha música clásica durante toda la obra (volumen adecuado).  En la esquina inferior derecha hay un reclinable que hace juego con la silla roja, hay un tapete (alfombra) donde predomina el negro con detalles en rojo y ocre justo al centro de la habitación. En el techo hay dos lámparas, una apuntando hacia la izquierda (pared hecha leotardo de caligrafía). Al centro la  otra de estilo clásica. En la cuarta pared está el marco de la entrada a la habitación. En la pared derecha una ventana con una cortina rojo quemado con detalles en azul. Dicha ventana se mueve con el aire de la calle. Durante toda la obra se escuchan ocasionalmente varios autos afuera. Comienza a llover dos minutos iniciada la obra (por la ventana nunca entra luz), durante la obra se puede escuchar cómo se incrementa la intensidad, se convierte en tormenta. En el transcurso, las lámparas cambian su intensidad y la música se  va en esos cortos lapsos hasta que se normaliza la iluminación (variación de voltaje)  justo antes de cerrar el telón (al final) hay un gran estruendo y todo se apaga.

(Antes de que se levante el telón)
Estúpidos, estúpidos, estúpidos todos. Joder vida mía, joder, jódete.
(Se sube el telón). 
(El hombre sufre una crisis existencial producto de su homosexualidad. Se confronta durante toda la obra y critica en demasía su ya visible flácido y descuidado cuerpo. Tiene un ataque de ansiedad: está tirado en el piso viendo al techo. Da un par de caladas justo antes de ponerlo donde yacen un gran número de colillas en el cenicero. Enciende otro alcanzándolo desde la cajetilla que tiene en el bolsillo izquierdo).
¡Maldita sea! (grita), jódete, por qué me haces esto a mí, tonta sociedad ingrata.
(No deja de ver hacia arriba, desde el público sólo se ven sus pies).
Joder, eres una estúpida... ¡maldita mocosa!  
(Se levanta. Da una última calada).
Por qué  no puedo solo ser feliz con esto que soy, por qué no puedo.
(El hombre tiene un ataque de ansiedad, no tiene la “llamada inspiración” tan aclamada para un artista.  ha tomado desde hace dos horas, se está fumando un nuevo cigarrillo).
¡Maldita puta! ¿Quién te crees que eres, para llegar hasta mi puerta y decirme estupideces como éstas? ¡Qué carajo le importa lo que yo haga en mi pieza!  
 (Se dirige a servir un poco de licor. Llega a la mesa y la oprime con ambos nudillos. Ve la mesa).
¡Maldita sea! 
(Grita, mientras levanta la mirada. Reniega con la cabeza mientras vierte licor en su vaso. Regresa la botella y bebe todo de un trago.  Hace un gesto mientras lo traga. Vierte de nuevo sobre el vaso).
¡Joder, me he quedado seco! Cómo no puedo hacer ni un puto verso. Por qué tenía que venir la mocosa a insultarme, si a Dalí nadie le decía nada, ¿o será en realidad que no debería de importarme? Pero, carajo sus palabras fueron tan fuertes. Cómo se atrevió, cómo pudo decirme eso: que le importaban mis gustos, que le importaba a Marianito en secundaria que quisiera besarme con Andrés, que de Joaquín cuando nos besamos y al siguiente día frente a todos me tiro un puñetazo hace algunos años.
(Suelta un golpe a la pared. Recarga el nudillo en la pared. Así se queda un rato. Parece que se va a quebrar en llanto). . 
¡Miserable! Has cargado con todo. Me importa un pito que te hayas ido, que te hayas llevado tu cuerpo y todo lo que alguna vez te he escrito, pero por qué te llevaste mis ideas, mis sueños mi todo. ¡Maldito! Me daba lo mismo si no volvíamos a leer literatura juntos, si los versos de tu piel no los volvía a ver. Pero por qué no me dejaste ni uno, ni una maldita línea a la cual agarrarme, de la cual hacer una historia, por qué no me dejaste algo… joder… ¡Jódete!… ¿Por qué no? ¿Qué te costaba maldito indeseable? ¿Que te costaba regalarme una sonrisa más? ¿Por qué el jódete, pendejete? ¿Por qué no puedo escribir nada? Y luego la maldita puta viene a decirme no sé qué majaderías... ¿Qué mierdas le he hecho yo? ¡Carajo!
(Da un pequeño trago. Camina hacia la ventana. Jala la cortina. Al hacerlo, se escucha con más intensidad el golpeteo del agua contra el asfalto).
Mierda, qué triste… 
(Se queda viendo por un lapso no mayor a treinta segundos. Regresa la vista hacia el reclinable. Deja el vaso en la orilla del escritorio y comienza a revisar sus bolsillos. Saca de su bolsillo izquierdo su teléfono móvil, pero no tiene batería).
Maldita sea, nada funciona hoy. Maldita noche.
(Tira violentamente su teléfono contra la pared. Evidentemente se rompe).    
¡Joder!
(Toca brutalmente su rostro).
¡Ya no puedo más! No puedo contigo, ¡maldita puta! Ni con aquella, la otra, y con ella, todas,  Todos, esos que me ofenden, malditos irracionales de porquería, qué les he hecho yo, que no me he metido con nadie durante toda mi vida.
(Da un paso en falso y cae sobre la alfombra). 
¡Puta vida!
(Se levanta con dificultad, se nota el esfuerzo esta muy ebrio en este punto. La llovizna es tormenta). Va a rellenar su vaso).
Los odio a todos. No vale la pena seguir aquí, no vale la pena, no vale la pena.
(Grita eufóricamente) 
¡No vale!
(Se fuma el último cigarrillo. Está muy ebrio para dar mas de dos caladas, lo tira al suelo. Alcanza un cuchillo sobre la mesa con su mano izquierda, lleva  su trago en la derecha. Se dirige hacia el escritorio. Se deja caer sobre la silla, (estruendo de un rayo cercano. A la vez se apagan las luces.
Dura un tiempo así, sin escucharse nada hasta  que el sonido que produce un vaso al tocar el piso y romperse perturba el ambiente. Regresa la luz. El hombre tiene el cuchillo encajado en el corazón.
Se cierra el telón).   


Espinas en la mente



Por Edgar Ulises Briseño Zúñiga

¿Qué es la existencia? ¿Cuál es el propósito de existir? Estoy casi seguro de que hay montones de gente que prefieren pensar que hay un Padre Eterno vigilando, cuidando, castigando y sé sin embargo, que hay muchos a los que no les importa y yo muchas veces he deseado ser uno de ellos.

Me pregunto a menudo ¿la música será el motivo de mi existencia? bien lo dijo Nietzsche Sin música la vida sería un error. Siempre ha estado conmigo, en las buenas y las malas, dando sabor a las cosas del diario.

Recuerdo que cuando tenía 4 años despertaba los domingos y no podía dormir porque soñaba con la muerte, mi muerte y calaveras haciendo una danza macabra. Despertaba de madrugada y escuchaba en mi cabeza la música de mi papá y olvidaba el miedo, cantaba las canciones que él tocaba en su guitarra.
Mi padre también fue un músico en sus ratos libres y románticos con mi madre, se ponía a tocarle serenatas de canciones de rondalla y yo lo veía tocando la guitarra y cantando, luego se iba a su cuarto y ponía sus discos de The Beatles; su pasión no se llevaba bien con su talento, pero iba sembrando en mi el interés por seguir esos pasos.

Pasos que fui dejando atrás por tonto quizás, o por la intervención de un extraño sentimiento que se sentía como un manto gris que cubría mi pecho y que conforme fui creciendo iba alejándome de mi pasión, pues desde joven quise ser músico, sin embargo nunca concreté ese deseo, ha pasado tiempo desde ello y hasta la fecha siento que es como una espina en la mente que permanece ahí y que no quiere salir, eso me alegra y me aterra, pues el tiempo ha pasado y ahora me hace pensar seriamente en otro hecho fundamental, los músicos comienzan a hacer su arte desde pequeños algo que he escuchado siempre, y aborrezco tanto que sea marcado como si fuera una regla, luego pienso en mi y en mis 22 años de vida y siento que ya es algo tarde y deseo con ansias empezar de nuevo esto que se llama existencia.

A veces se nace con una combinación del talento y la pasión y es entonces que surgen grandes prodigios, Mozart por ejemplo desde los cinco años ya se encontraba componiendo obras y dominando varios instrumentos, su padre pensaba que el talento de su hijo era un don divino, el cual tenía que cultivar y compartirlo con el mundo. De la misma forma Beethoven fue un genio, creó una revolución musical que perdura hasta nuestra época, él comenzó cuando joven, muy joven de hecho, pero las circunstancias de ello son muy particulares ya que el no decidió comenzar a tocar por sí mismo, sino por los constantes maltratos de su padre un hombre ebrio que se encargó de traumatizar al pequeño Ludwig y por lo que es una enorme suerte que a pesar de ello él decidiera seguir con la música.

Todos jóvenes, esta historia se repite constantemente, mis músicos todos comenzaron de pequeños, Chopin, Schumann, Rajmáninov, Barrios y también Piazzolla. ¿Qué se puede hacer entonces? ¿rendirme?, por supuesto que no, la vida es muy breve; Chopin al llegar al Imperio Austriaco y ser recibido con hostilidad no se rindió, aunque fueron malos tiempos para él logró avanzar en varios estudios de obras importantes, tales como su nocturno Op.9 nº 2 que ante mis oídos es una sublime muestra del romanticismo y que representa quizá la melancolía que sentía por regresar a su patria con su familia.

¿Cómo enfocar tal frustración? Beethoven de la misma manera tampoco se rindió, el  vivió una vida de cierta manera trágica, entre que iba perdiendo su sentido del oído y era menospreciado por la clase alta, debido a que no era parte de la nobleza y que esto le costará no poderse casar con quien él deseó, no importó para que él continuará su lucha por medio de la música componiendo obras enfocando su pasión a su llamada amante inmortal aunque ella nunca fuese suya.

Por otro lado Astor Piazzolla también fue hasta cierto punto discriminado por la forma en que comenzaba a innovar la manera de hacer tangos en su natal Argentina, y que hoy en día es uno de los músicos más importantes del siglo XX, algo que queda bien claro al escuchar Adiós Nonino.


La vida es un instante Jimi Hendrix decía que el tiempo de la vida se mide en el tiempo que dura un parpadeo, y creo que es así, quizás nunca llegué a ser un genio como Mozart, pero eso no es uno de los motivos que generan esa necesidad de crear, de aprender, de expresar, es mayoritariamente un el sentir de un músico hambriento que tengo encerrado en mi pecho y que a veces me clava espinitas que me hacen recordar que es lo que de verdad quiero aunque ya no sea un niño para empezar. 

Me encanta la idea de hacer todo como un deleite personal que pudiera compartir, sin que ese fuera su fin y quizá de está formar sentirme satisfecho con mi existencia, y ya no lidiar con despertar con miedo en las madrugadas de los domingos, ni preocuparme en encontrar respuestas a inmensas preguntas.







Angélica

Por Edgar Ulises Briseño Zúñiga

Angélica es una persona de estatura media, con pies medianos, sus piernas no son largas, pero tampoco cortas, de estomago delgado y espalda pequeña; sus brazos van con el tamaño de su cuerpo y con manos pequeñas, delicadas, fuertes. Su cuello no es grande ni pequeño, quizá sólo un poco más largo que el mío.

Su cabeza es equitativa con su cuerpo, su barbilla es poco ovalada, su labio inferior es más grande que el superior, sus pómulos son ovalados y un poco grandes, con ojos pequeños y cafés, con expresión serena.
Viste normal, casual, con un toque de elegancia y sencillez, de manera apropiada para dar paseos cómodos.

Suele tener temperamento positivo, le gusta aprender, no escatima en expresar sus sentimientos, está su carácter siempre seguro, dice cosas pertinentes y habla cuando es necesario, muestra ternura. Quizá suele enojarse cuando le pasa algo a alguien que quiere o como a todos, cuando simplemente le molesta algo. Tiene momentos melancólicos muy necesarios en alguien sensible.

Va en rumbo a seguir aprendiendo más, disfrutar la vida, de ir cumpliendo metas, de ir creciendo más.



3 jun 2015

Hombre de sus fotografías


                                                                         Carlos Armando López González
La fotografía ¿Cómo explicarla? ¿Cómo darle sentido a mi trabajo? Son preguntas por demás complicadas, sólo podría responderlas diciendo que más que un trabajo, más que una expresión,  es más que un reflejo de mi ser, una captura que trasciende el tiempo y el espacio, haciéndonos inmortales. Aquella fotografía no es más que una forma de mostrar mis sentimientos, mis miedos, de abrirme al mundo, de decir: ¡Aquí estoy, conózcanme!
Resulta algo muy abstracto dar tu imagen al mundo; tu vida, tus sentimientos, pueden ser muy distintos a esa mascara cada día soportas, esas muecas que haces al sonreírle a una cámara sólo porque un sujeto intenta captar “tu vida” ¡No! No son ni un pequeño acercamiento a tu realidad. Cada retrato me ha permitido ver muchas caras de todo tipo: angustia, belleza,  inocencia, toda clase emociones o sensaciones que puede sentir un hombre perceptivo al mundo, que quiere mostrar ese sentimiento de liberación representado a través de una imagen. Definiría a la fotografía, al retrato, como una captura del alma, una pequeña muestra del sentimiento que el ser libera con cada flashazo.
Susan Sontag plantea una serie de reflexiones en torno la actividad del fotógrafo. La autora nos habla de cómo la fotografía es una gramática y, sobre todo, una ética de la visión. Realiza un análisis acerca de la forma en que la realidad es percibida mediante las fotografías.
Aquí es donde recuerdo algún concepto que realicé para mis fotografías de estudio: La búsqueda del rol. Decía Sartre: “El hombre está condenado a ser libre” y tenía razón. Mi objetivo, mi fin último en aquel trabajo fue mostrarme a mí mismo representado por otra persona. Fue mi manera extraña de cumplir esos deseos egoístas que cargo dentro, de mostrar mi frustración con la sociedad, mostrar que me es imposible conocer el rol que me tiene destinado la vida. Lo frustrante que es ver como las demás personas se encuentran en este bello oficio, el observar la materialización del ser en una sociedad capitalista; la realidad que capto es por demás cotidiana, nada extraordinario.
Que no sé hacer un marco para una fotografía, que incluso, batallo para hacer un cubo perfectamente presentable, en pocas palabras: Todo esto sucede como si ellos estuvieran en gracia y yo no, soy un miserable y no logro hallar mi sitio en este mundo. Ellos han acaparado el sentido de la vida. “La búsqueda del rol” obedece a ese fin, si bien, sólo son tres fotografías, muestran mi lado oscuro, la venta del alma tan difícil de mostrar a los demás. Mi primera fotografía muestra la búsqueda del sentido de la vida y estas últimas, los sentimientos de soledad y tristeza que me embargan.
Pero no todo es egoísmo y misantropía, mi “trabajo” de fotógrafo me llevó a recorrer una infinidad de paisajes extraños, donde la vida corre más lento, donde te puedes volver uno con la naturaleza que te rodea, donde el hombre desaparece por un instante y la madre naturaleza se nos muestra como realmente es. Sea una Presa o los mágicos Real de Catorce o Cerro de San Pedro, me causan la misma emoción, la simpatía, las ganas de captar esos lugares antes de que la codicia y el poder del hombre hagan desaparecer cualquier rastro de la esencia que hace que te enamores de esos lugares.
Sontag sostiene que aunque éstas podrían parecer reflejos “ingenuos” de la realidad, tú puedes realizar una interpretación del mundo tal como lo hacen los escritores y pintores, ya que es él quien decide cuáles serán las características de un retrato, basándose en su gusto y conciencia. Esto me hace reflexionar respecto de aquellos tristes bodegones carentes de estética, recuerdo que al final me dejé guiar por simples frutas, que se hicieron arte, una esencia de mí mismo, la fotografía que da sentido a mi trabajo es lo más cercano a un autorretrato, a la aceptación y redención con mi propio ser.
¿Puede una fotografía moldear la realidad, cambiarla, sentirme algo que no soy, algo que no puedo tener? Quizá sí, cosas bellas que ofrece la fotografía. Hoy me preguntaban: ¿Por qué aquella fotografía de esa mujer que nunca te amó? No supe responder. Quizá, al igual que ella, esas fotografías me hicieron sentir vivo por un instante, tener lo que quería en mis manos, de tener su belleza sólo para mí, de gritarle al mundo ¡Eso es lo que quiero! 
No me lo vas a negar, la fotografía te ha hecho volver hacia atrás, a abrir esos viejos álbumes que te muestran que la vida siempre girará como un carrete dentro  de un viejo proyector con todos aquellos recuerdos inolvidables, en tus ojos verás a aquella gente importante, a los amores que te hicieron emprender un viaje por el sol, la cálida mano de tu madre en aquellos tristes días de soledad.
Pasa el tiempo la película corre y corre… te lleva meses atrás, personas atrás, sigue y viajarás en el tiempo, cosas que no recordabas, sentimientos que creías extintos resultaron estar solamente muy bien escondidos.
Ver el mundo con tus ojos fue lo que más disfruté, conocer la calidez que ofrece una mirada, conocerme a mí mismo me hace sentir lleno, me hace sentir que, si bien, la vida no es color de rosa, está ahí y alguien necesita documentarla, capturar esos momentos que nos harán reír y llorar por igual.
La fotografía me hace saber que podré morir sin dejar de existir.



2 jun 2015

DIBUJO MI MUERTE

Por Angélica Vilet

Es una tarde de abril. Me imagino muerta sobre mi blanca y suave cama.
Fui madre, diseñador y amante fiel del dibujo. Mi cuerpo está rodeado de bellas flores multicolores, que desprenden el aroma que tanto amé en vida: los jazmines. No he muerto sola. Estoy en mi hogar, que hoy uso para albergar artistas jóvenes y ancianos, rodeada de amigos que imaginan y crean esperanzas, que pintan sus vidas, dibujan sus frágiles sueños, juegan y crean. Mis pequeños nietos, brincan y corren en el jardín, siento no verlos pero los imagino. Mis hijos, rodean mi cama, me acarician, sonríen, recuerdan los momentos que en vida compartimos juntos. Mi familia como siempre, está ahí. Los grandes platican y recuerdan, los más chicos llevan un dibujo que me han hecho antes de morir, lo pegan en los muros, junto a mis obras. El cuarto parece una sala de exhibición. Sí, ¡yo amaba las muestras de dibujos! Pues en ellas vi siempre, el alma de las manos que los realizaban.
Me veo desde arriba, inherte, tranquila, con una sonrisa dibujada en el rostro, relajada como quien disfruta morir, y haber vivido lo suficiente. Acompañada de lo que quiero y de quien me quiere. Estoy en una cama rodeada de globos y serpentinas, dibujos, grabados y bellas poesías escritas por todos mis amigos poetas, aquellos que escriben a diario sus historias, sus cuentos, su vida.  Lo sé. Así murió también Maurits C. Escher, a los 73 años de edad, mi gran amigo, uno de los dibujantes más famosos del mundo. Millones de personas lo admiraron, por sus grabados hechos con estructuras imposibles. Excelente ilustrador de libros, grabador, diseñador de tapices y muralista. Quisiera haber sido como él, lo admiro, lo conocí cuando aún era estudiante y Escher no se distinguía por serlo, sacaba malas notas en todas las asignaturas, excepto en dibujo, razón por la cual, comenzó a interesarse por las técnicas de grabado. Fue increíble la genialidad de Mauk, como lo llamaban cariñosamente sus padres. Tenía una capacidad enorme  para explorar en sus obras conceptos matemáticos, como la lógica del espacio, las paradojas y las figuras imposibles. Todos ellos, cualidades que le admiraba. A lo largo de su vida, se obsesionó cada vez más por la técnica de rellenar el plano con figuras, tanto, que se volvió adicto y obsesivo. Adicto, adicto, adicto… No sé si sea esa la palabra para crear la genialidad, pero a final de cuentas, Escher amaba lo que hacía.

Yo he muerto amando lo que hago, tal vez si llevé una vida adicta. Fui incondicional a mis hijos, fiel seguidora del lápiz y el papel, incondicional del diseño. ¡Pasión es la palabra que definió mi vida! Ahora lo comprendo ¡Mauk y yo fuimos muy parecidos!

Siempre he dicho que en la vida, los cambios encierran un proceso de movimiento interno y de aprendizaje, lo difícil es decidir cuánto es lo que deseamos cambiar y bajo qué circunstancias. Recuerdo cuando tuve que decidir qué estudiar, mi vida cambiaría completamente. De estudiar en un colegio de monjas, a pasar a la Universidad donde nadie te protegía ni cuidaba, donde estaría conviviendo con hombres y mujeres. Imaginé que no podría. El mundo se abría para mí de una manera exorbitante. Fue en la escuela donde conocí a Escher y su obra, pero más que ello, conocí a la persona sensible y solitaria, de inmediato me identifiqué con él. Su pensamiento complejo y su amor por el dibujo. Su pasión por lo que hacía y su obra imaginativa.
Me sentí en familia. Reconocí en él la metamorfosis. La idea de que una forma o un objeto se convierten en algo completamente distinto, era uno de sus temas favoritos. Y ahí entré yo, lo comprendí, y me comprendí. Me estaba convirtiendo en alguien completamente distinta, de monja pase a loca, de rezar todo el día pasé a casi no hacerlo, de falda pasé a pantalón, de pelo largo pasé a corto como un chiquillo, de amigas pasé a amigos, finalmente, me rebelé. Mi panorama sobre la vida cambió. Pero pronto me adapté y mi vida universitaria transcurrió. Escher tomó su camino y yo el mío. El destino nos separó, sin embargo el dibujo nos seguiría uniendo por la eternidad.
Recuerdo dibujar desde chiquilla en las mesas, en el piso, en la tierra. Hacerlo, me convertía en una solitaria: la niña que se separaba de todos para hundirse en las profundidades del papel, sola, mis lápices y yo. Y aunque fui la séptima de diez hermanos, ambas virtudes: el dibujo y la disciplina, se convirtieron en mi forma de vida. A mi memoria viene la historia de Cassandre, cartelista y diseñador gráfico francés, admirado artista del Art Decó, quien desde pequeño, dibujaba en la arena todo el día, sin lápices, sin colores, únicamente sus dedos y manos. Igual recuerdo a Christy Brown, el protagonista de la película irlandesa de 1989, “Mi pie izquierdo”, un pintor, poeta y escritor irlandés, aquejado de parálisis cerebral quien, con el apoyo de su voluntariosa madre, echó por tierra todas las barreras que impedían su integración en la sociedad al aprender a usar su pie izquierdo para escribir y pintar, y fue tanto su amor por hacerlo que su vida entera la dedicó a ello.

Dibujar, es desnudar tu vida al trazar, ver la realidad de tus pensamientos a través de una línea, rozar el papel con la punta de grafito en armoniosa melodía. Dibujar, es un loco idilio entre el lápiz y el papel. Es olvidar el mundo real y sumergirte en las profundidades de un espacio blanco y puro. ¿o, no?

A mi memoria viene el dulce recuerdo cuando tuve a mis hijos. Crecieron y llegó el día en que ellos también aprendieron a dibujar. Maurits fue su fuente de inspiración. Sus trazos básicos, cuerpos sin cara, rayas infantiles que inundaban todas las libretas de casa, colores regados por el piso y hojas blancas al por mayor. 

Sigo en cama, fría, tiesa, sin vida, me veo, recuerdo y trato de comprender. Los lápices y el papel, mis compañeros eternos.

Junto a ellos, te pregunto:
¿Qué influencias puedes tener en la vida para ser como eres?

¿Mi madre, cuya perfección y cariño en todo me llenaba de amor o mi padre que retrataba todo lo que veía con su cámara réflex de Kodak?
¿Mi maestro Rafael López Castro con sus dibujos fantásticos que narran historias de vida o Gunter Kieser que mezcla el color en sus carteles de forma inusitada? ¿O tal vez Vicente Rojo, maestro de maestros del diseño o bien el admirado Escher, con sus figuras imposibles? o ¿Quizá el ver a mis hijos dibujar todo el día, con esa inocencia que deseo que perdure por siempre?

Hoy mi vida llegó a feliz término.
A todos ellos dedico mi vida.
Tu historia es mi historia, tu vida es la mía. La tome y me formó, te siento y me sientes. ¿Qué más puede puedes pedir en la vida? Haber realizado lo que amas, vivir con quien amas, escribir tu historia y morir así como lo he hecho yo.