Por: Saulo Fernando Rodríguez Herrera
Hoy por la mañana levantarme no fue lo
primero que hice, no fue una necesidad, puesto que toda la noche no tuve oportunidad de dormir. Es viernes
y es el último día de la semana de la facultad. Este día, los estudiantes tenemos la
oportunidad de presentar ponencias de los proyectos que hemos estado trabajando
a lo largo de nuestra carrera. A causa de estar planeando mi exposición me he
mantenido en vela por casi dos días.
Al llegar al campus, a eso de las once de la
mañana, me encontré con Toti, consejero alumno de la facultad y también amigo
mío. Me preguntó si estaba listo para dar mi ponencia, a lo que con orgullo
asentí. Saludé a otros compañeros y los invité a que pasaran al auditorio. porque ya iba a comenzar la jornada. Revisé la lista de expositores y yo
aparecía al último, así que con nerviosismo presencié los trabajos de los demás
colegas.
El penúltimo ponente, Yayo, presentaría un
video documental. Las luces se apagaron y los nervios recorrieron mi cuerpo. Sin
embargo, al término del visual, Laura, la moderadora del evento agradeció a
todos por su asistencia y Toti se me acercó y dijo: "lo siento Carlos, si
quieres mañana expones a las 9 de la mañana".
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