Por: Ghisselle Avila
Recuerdo
que conocí a Lucía cuando estábamos cursando el primer año de preparatoria y puedo
decir que las cosas nunca fueron fáciles
para nosotras, esto es debido a que siempre tuvimos una fuerte rivalidad y
orgullo. Cuando la conocí por primera
vez recuerdo que no me agradó por ser una persona orgullosa y perfeccionista, no
me gustaba que mis amigos se juntaran con ella o que le hablaran y estoy segura
que ella pensaba lo mismo, ya que siempre que nos veía hablar me lanzaba unos
ojos de miedo.
Así
pensé durante mucho tiempo, de verdad
estaba agradecida de que no nos hubiera tocado en el mismo salón, pero las cosas
nunca duran para siempre y me alegra que haya sido así. En segundo año mi
escuela organizó un evento de prácticas recreativas y era la norma que debíamos
juntarnos por pareja para las actividades.
El
ambiente estaba lleno de vida y de alegría, había adornos por todos lados,
vendían deliciosa comida que pocas veces teníamos la oportunidad de degustar en
la escuela y los grupos de amigos platicaban y jugaban, haciendo bromas por
cualquier cosa como es el hábito de los estudiantes jóvenes. Pero no todos estábamos
muy felices, y era porque mis amigos ya había escogido a sus parejas y yo
seguía sin una, miré a mi alrededor y me consterné, extrañamente solo quedábamos tres personas
que deambulábamos solitarias, Lucía, luego la chica rara del salón que desde
que entró no hablaba con nadie, y yo.
No
soy una mala persona, estoy muy segura de ello, pero a decir verdad no quería
juntarme con la chica rara de la cual no recuerdo ni su nombre, siempre iba
vestida de negro, con un gran copete que
le tapaba la mitad de la cara y sus inseparables audífonos, era un aura un poco difícil de abordar
así que no tuve más alternativa, volteé y para mi sorpresa Lucía también lo hizo,
al parecer pensamos lo mismo por lo que nos acercamos mutuamente, riéndonos por lo bajo debido a la ironía de la
situación.
Fue la situación más extraña en la que me he
encontrado jamás, porque a pesar de que en el pasado siempre competíamos por
ser la mejor, al momento de hacer equipo las cosas cambiaron, como si en lugar
de contender optáramos por unir fuerzas.
Ese día le ganamos a todos los que
participaban en las carreras de relevos y en las otras actividades en pareja,
con una marcada ventaja me atrevo a
mencionar, pero ese día yo gané algo mucho más valioso, su amistad que todavía
me acompaña hasta la fecha y que a juzgar por nuestro cariño y respeto, durará
un buen rato. El dicho tiene razón las cosas nunca son lo que parecen, mucho menos las personas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario