Celina María Alfaro Pérez Molphe
Y tus ojos en los míos
bailándole al vacío, alientos que ocupan el mismo espacio, manos que se
transforman en cobija contra esa incertidumbre de si lo correcto será amarnos,
enamorarnos.
Tú, que te escapaste de
algún lugar secreto, ser moldeado a mi cuerpo que de grandes esperanzas me
alimentaste, dejándome necesitada de ti y solo de ti; el aire no era nada si no
era aire de tu cuerpo, no podía comer si no era de hambre de ti y solo quería
todo de lo que me llevara a pronunciarte.
Quise engañarme pregonando
que no sabía hablar de amor, que mentira si tu nombre era sinónimo de devoción
y cuanto sobre pasión me enseñaste y ninguna noche se escapaba de nosotros, de
nuestros cuerpos siendo uno.
Nosotros, salvajes
imperfectos, absorbentes, vulnerables en todo momento que no nos tocamos, que
no estamos juntos y que no danzamos como la marea lo hace con la arena, como el
viento lo hace con las hojas, tan simple parecía todo contigo como lo era
respirar.
Eras cotidiano.
Podía comparar tu amor
con el espacio y las estrellas, con esa ansia intensa de que siempre fueras mío
de mi cuerpo y de mi alma, mío de mí ser y de la existencia que me ahorca y
ahoga cada día, cada hora, cada momento de una inseparable colección de
instantes en los que yo también te pertenezco y soy tuya de tú alma y de esos
ojos con los que me miras y me atraviesas, sin detenerte y pensarlo, sin
necesidad de analizarlo.
Te pienso hasta sin
pensarlo sin desearlo inundas mi piel y mis células, células desgraciadas
cuando no te encuentran, desdichadas cuando no te respiran, que deseosas se
hallan de las tuyas y de ti. Y soñar era inútil, en un mundo donde solo tú,
amor, donde solo tú existes de que sirve soñar, de que sirve desear algo más
que no perderte.
Estúpido el
día en que el universo decidió inventarnos, inventarnos como uno, inventarnos
para el otro, estúpido el día en que el universo me obligó a amarte y a
necesitarte.
Y que hubiera ocurrido de
no tropezarnos, de habernos detenido, de no habernos conocido. Mi cabeza
hubiera dejado de funcionar, mi corazón se habría detenido y yo hubiera dejado
de soñar, de no haberte conocido. Y que si tus manos no me hubieran destruido,
tus besos no me hubieran reconstruido, estaríamos muertos, muertos de dolor de
no amarnos, de no transformarnos y de no recordarnos.
Estaríamos muertos, respirando, tan muertos y
solos, miserables llorando por algo que solo pudo ser, que no era más que un
sueño dentro de un sueño y yo solo un alguien deseando nunca tener que
despertar, poder solo seguir durmiendo y estando contigo, existiendo a tu lado,
con tus manos, tus ojos y tus labios.
Y no puedo pensarme sin
ti, prefiero continuar soñando, con tu nombre y tus párpados y tu tibia piel
que calienta la mía que pareciera siempre estar fría.
Y que hubiera sido de no
haberte conocido.
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