Por: Alexis Guerrero Lomelí
Desperté como nació
el día aquella primavera agitada.
Su cabello rizado que
cubría mi cara, acariciaba su espalda tibia y suave.
Deslice mi perfume
por sus caderas; hasta encontrar el húmedo delirio bajo sus sábanas blancas. Ardor
que me hizo contemplarla… desearla.
Era mía, tan mía como
las estrellas a la noche y aun así no podía tenerla.
En mi rojo más
intenso encontré su mirada, caricia a caricia me desvestía a sus labios, cada
vida se me iba y ni siquiera podía besarla.
Con la tarde dos
copas de vino. Un París en pos del amor, una Eiffel incendiada por el sol, una
carta y una flor.
De su aliento, mi último
aliento la despedía; la tinta que derramaba era ya mi agonía, pues clavada a su
pecho ya me tenía.
Morí. Amor morí, en tus
venas descubiertas, en el escarlata de tu sangre, derramado en llanto sobre mí.
Morí así, en el pétalo
que me quedaba.
Con letras la deje y
con espinas la hice mía.
Era Tarde y me basto para quedarme en su balcón... convertido
en una flor.
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