Claudia Antunes
Larga noche eterna, inagotable,
si tan solo pudiera ver el
cielo,
contemplar las estrellas que
flotan inertes
como mi cuerpo abandonado,
seco,
castigado.
¿Qué culpa tengo yo del
porvenir?
Inútil distinguir el desvelo
del sueño,
mis párpados abiertos o
cerrados
lo mismo ven: estas manos
pálidas y frágiles,
los pechos incómodos,
insípidos,
este cuerpo miserable,
abatido,
inservible.
Súbita lluvia se derrama
incesante,
Dorada desemboca en mis
entrañas,
se deshace palpitando en mi
cuerpo ya poseído,
seducido,
renacido.
Desafiante marejada de oro ¡me salva!
dios del cielo y del
trueno, libérame
del abismo negro, impío,
de mi tierra desértica,
del abismo negro, impío,
de mi tierra desértica,
del sueño infinito.
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