Claudia Antunes
Espasmos taciturnos se
derraman sin piedad
¡estúpida insinuación de la
memoria!
te arrastras en mi ser,
miserable amor
¿Cómo no extrañarte?
Infalible penetras viejas huellas
ya calcinadas, casi olvidadas,
te respiro otra vez y aunque ya no igual,
me sabes, en los labios, en los sueños,
me sabes, en los labios, en los sueños,
me sabes en la
piel,
en los párpados secos.
Suspiros oxidados,
oleaje de fragancias
marchitadas,
pupilas perdidas que ya no
miran,
ya no me pertenecen,
tampoco me olvidan.
Te sospecho del otro lado de
la noche,
ahí donde la sangre palpita,
en la inquietud de mi
nostalgia,
a la orilla de mis ansias.
¡Incurable deseo! Te hundes
en el abismo de mis entrañas,
mordiendo cada latido
ya cansado, desgarrado,
abandonado.
Te acabas, amor, y me dueles,
me dueles como aquello que ya
no se siente,
como arden las cenizas del
fuego muerto,
te apagas,
te desvaneces,
te
desconozco irremediablemente.
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